domingo, 3 de enero de 2016

A prueba de seísmos

Nos pasamos la vida construyendo nuestra parcela en este mundo. Con los materiales que tenemos disponibles vamos trabajando un lugar donde refugiar nuestras almas, construyendo una vida a nuestro alrededor. De forma tímida y torpe al principio y tomando como cimientos los que nos enseñan nuestros padres. Luego apuntalamos esta vivienda con los modelos que nos parecen dignos de inspiración a la vez que rellenamos los huecos de nuestros errores con hormigón para seguir creciendo y, gracias a los años y la experiencia, aprendemos a darle forma con pericia para crear ese lugar que siempre habíamos soñado, luchando por crear una torre cada vez más alta que nos permita alcanzar las estrellas que antaño nos parecían tan lejanas.

Me río cuando pienso en mi juventud, en cómo iba construyendo un torreón que pensaba llegar a lo más alto. En aquel momento no veía los grandes agujeros que tenía mi plan, ni en la poca pericia que tenía a la hora de tallar la madera o apuntalar los cimientos. Mis pequeños logros me parecían grandes avances y pensaba que iba por el buen camino: Aquel para el que me habían enseñado a andar. Pero el camino que te muestran tus mayores y aquel que uno tiene predestinado andar no tienen porqué ser el mismo.. y eso ya lo aprendería yo con los años.

Hace 8 años un terremoto convirtió mi hogar en el epicentro de su espectáculo y la tierra que había bajo mis pies se estremeció hasta remover los secretos que habían ocultos en mi corazón. Un seísmo que me cambió la vida y marcó para siempre mi existencia. Aunque muchas piedras quedaron en pie, pues aunque endeble y algo infantil, mi casa tenía unos cimientos muy fuertes, una parte de la construcción quedó completamente inutilizada, y tocaba tapar los huecos y continuar luchando por alcanzar las estrellas.

Durante los últimos años me he afanado por dar lo mejor de mí. La experiencia y un espíritu renovado con sus sueños claros hicieron que poco a poco mi torre cogiera forma hasta llegar allá donde quería que estuviera. Había sido un camino complicado, pero mi estrella siempre brilló para mí iluminándome el camino. No era la torre más alta y quizás no era la más hermosa, pero era aquella que había construido yo en base a mi trabajo y esfuerzo, basado en mi genuino deseo de hacerlo de la forma que solo yo quería.

Hace escasos días, cansado de la agotadora tarea que había sido llegar hasta aquí, me secaba la frente y miraba con orgullo la obra que había creado, capaz de tocar muchas de las estrellas que hace casi una década solo podía ver desde el suelo. Pero es curiosamente cuando crees que todo es perfecto cuando algo hace darte cuenta de que no lo es.

Un ruido muy familiar retumbaba en mis oídos y mis pies comenzaban a temblar tal y como lo hicieron hace 8 años. Después de años de lucha por construir y llegar allá donde siempre soñé, volvía aquel fenómeno de la naturaleza que una vez destruyó y cambió mi vida. Una sensación extraña se adueñaba de mí, mientras las antiguas grietas se abrían en las paredes para gritar que el pasado siempre acaba volviendo, y que uno no puede escapar de su propio destino.

Pero aunque tengo algo de miedo sé que aunque el suelo tiemble aguantaré sin caer. Si el viento se cuela por mis heridas aprenderé a soportar el dolor. Porque ahora mis pies están anclados al suelo y mi mirada puesta en las estrellas, mis convicciones son firmes y mi piel de hormigón. Finalmente el tiempo curtió a ese joven inocente en su pequeña burbuja de cristal y lo convirtió en un hombre con ganas de amar, pero que no perderá la esencia del ser que es ahora.

No hay comentarios: