7.40
Giraba el reloj anunciando la hora de despertar. Mientras me abrazaba a la almohada deseando tener cinco minutos más hacía rato que el mundo ya se estaba moviendo. Aunque vivimos ignorantes de lo que pasa más allá de nuestras vidas los engranajes del tiempo no cesan ni un instante para nadie, y mientras peleaba con mi cama por empezar mi día, millones de vidas se movían a su son.
7.46
El segundero caminaba persistentemente mientras yo seguía todavía en la cama. Mi mente volaba atrás en el tiempo rememorando a ese chico que conocí hace un par de días que tras una cita divertida y algo loca, apenas había tenido noticias suyas. Aunque me autoengañaba diciéndome en que no me importaba, una parte de mí estaba bastante indignada. Mientras tanto, a un tiro de metro de distancia, el susodicho roncaba feliz, soñando ajeno a que alguien pudiera pensar en él tan temprano de buena mañana.
8.02
La música que sonaba desde mi móvil se entremezclaba con el sonido del agua que golpeaba mi cuerpo. Era mi momento de disfrute dentro del suplicio que suponen las mañanas. El jabón y el agua caliente ablandaban mi cuerpo deseando quedarme un par de minutos más... A algunos kilómetros y con algo más de ropa sobre su cuerpo, Andrea también deseaba que el tiempo le diera un par de minutos más. Su mano temblaba presa de la congoja y del frío de la mañana, cogida fuertemente a la de Francesco que, después de pasar el fin de semana con ella, volvía rumbo a Italia hasta su próximo encuentro allá en dos semanas.
8.14
Vestido y aseado, me preparaba mi desayuno con cuidado de no mancharme. Inevitablemente el suceso de todas las mañanas se repite y es el mantel la víctima de la leche mal vertida. Mientras hago la doble tarea de comer mis cereales y ver las noticias, comento mentalmente conmigo mismo lo mal que está el país, y en las desvergüenzas que sufrimos. Ajeno a mis reproches Esteban, también en modo multitasking, se afanaba en abrocharse el abrigo y coger el casco, mientras se acercaba a Mireia para darle un beso fugaz y le decía con la respiración entrecortada: "Cariño, voy tirando que hoy tengo que ir pronto a trabajar. Te quiero".
8.28
Esperaba al bus con mirada desesperada, haciendo cálculos de lo que tardaría en llegar y pensando en que, para variar, llegaría tarde a trabajar. Alternaba suspiros de resignación con resoplidos de hastío mientras observaba con envidia las motos que me dejaban atrás en la marquesina del bus. Súbitamente algo cambió en el aire y mi cuerpo sacó a mi mente de sus maquinaciones. Mi instinto me alertaba de que algo iba a pasar. Solo tengo flashes de lo que pasó: Un camión que se saltaba un ceda al paso. Ruidos de frenos. Gritos... un motorista en un amasijo de hierros, sangre en el suelo.
9.05
Ante humeantes brebajes de café, mis compañeros terminaban de escuchar con atención mi historia, mezclados entre exclamaciones y rostros de sorpresa. Mientras se creaban debates sobre la peligrosidad de las motos yo respiraba aliviado por tener una coartada por llegar tarde una vez más. En el fondo, escondida entre la multitud, un par de lágrimas se escapaban de los ojos de Andrea. Unas gotas llenas de sentimientos que ni ella misma podía decir si eran por la tragedia de ese pobre desconocido o de la ya punzante nostalgia que tenía por despedirse de su amado. Cuando la multitud comenzaba a dispersarse el timbre de un teléfono empezó a sonar. Fue la voz de Isabel la que contestó, y tras colgar un silencio precedió a unas pesadas palabras que nos cambiarían a todos: "Era Mireia... el motorista era Esteban...".
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