lunes, 30 de noviembre de 2009

Nunca supe andar en bicicleta

Todos dicen que andar bicicleta es una de las habilidades que por mucho que pasen los años, jamás se olvida. Permanece en la mente grabada, en espera de poder escapar de su letargo para demostrar que aunque pasen uno, cinco o veinte años, esa capacidad permanece inalterable en nuestro interior.

Yo nunca aprendí a andar en bicicleta. Me enseñaron hace un tiempo, pero creo que nunca llegué a aprender de verdad. Con lo cual... no se puede recordar hacer algo que nunca se llegó a dominar. En conclusión. No sé andar en bicicleta.

Quizás pueda sonar estúpido y sin sentido, pero para mí la vida se reduce a este hecho precisamente. Nunca me enseñaron bien cómo llevarla o dominarla sin caer. Creo desconocer las nociones básicas para mantener el manillar con seguridad sin desviarme del camino, y pedaleo despacio por temor a ir tan deprisa que no pueda controlarla. Siempre tengo la impresión de que el resto sí sabe de esas cosas, y tuvieron una formación un poco más elaborada de la que yo tuve. A pesar de ello...

Durante los últimos meses me he limitado a conocer los mandos de mi vehículo: He pedaleado tan rápido que nadie podía seguir mi estela (FastForward), he ido despacio hasta que todos me doblasen (Stop&Reset), e incluso he recorrido caminos duros y escarpados para medir mis fuerzas (Escalation). Durante este periodo hay una única premisa que siempre procuré cumplir... y es conseguir seguir en línea recta. (Endurance)

Si bien para los demás lo difícil es cambiar las marchas, adaptarse al terreno o hacer las virguerías, para mí lo que supone verdaderamente un reto es seguir hacia adelante. Recto y sin desviarme. Será que soy inconstante y quizás algo torpe, pero siempre siento cómo el manillar cae suavemente hacia uno de los lados, obligándome a frenar antes de llegar a caer.

Hace ya tiempo que ando solo por los caminos, entendiendo mi fuerza y mi debilidad, armonizando mi interior con el exterior, analizando sinceramente mi voluntad. Me detengo siempre que dudo para coger fuerzas y seguir con mi línea recta en busca de una meta. No me gusta el deporte, no me gusta andar en bicicleta. Aun así...

Muchas veces siento que disfruto con lo que hago. Esos días el viento y yo jugamos a ver quién es más rápido en una carrera que me siento confiado a ganar. El tiempo corre, yo vuelo. Me siento fuerte como un dios. Soy feliz. Es inexplicable, pero al mismo tiempo infinitamente placentero. Pero...

Siempre llega un día como otro cualquiera en que mi cuerpo se vuelve más pesado. Me siento torpe y el miedo se apodera de mis articulaciones. El vigor de los brazos desaparece y el viento se vuelve cortante y amenazador. Es lento, pero inexorable. El manillar se desliza suavemente hacia la derecha...

Realmente estoy agotado de esta carrera donde soy el único corredor. Me siento estúpido corriendo sin sentir apenas el progreso de mi esfuerzo. Por mucho que corro no consigo escapar, por mucho que pare nunca consigo detenerme del todo. Al final, la línea recta desaparece y se curva en forma de interrogación. Siempre es así. ¡Odio andar en bicicleta!

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