domingo, 8 de diciembre de 2013

KOed


Cada día es un nuevo reto. Una batalla por mantenerse de pie en el ring y ser capaz de noquear a todos los adversarios que se pongan por delante. El despertador de la mañana es el timbre que anuncia un nuevo round. Me empuño los guantes con ganas de triunfar, o al menos sobrevivir un día más con la sensación de ser la gran promesa que se llevará el premio final. Pero por mucho empeño que le ponga, siempre llega inexorable el temido día en que mis piernas empiezan a temblar y las gotas que ruedan mi cara dejan de ser de sudor.

Hay días en que siento que ya no soy la estrella que todo el mundo viene a ver ganar y estoy solo en medio del ring luchando contra un rival al que nunca podré vencer, como un peso pluma que pelea contra un peso pesado. Por muchos golpes que sea capaz de ser capaz de acertar no servirán sino para hacer más dura la caída.

Agotado. Sin fuerzas. Es así como me siento hoy. Con ganas de tirar la toalla y correr de vuelta al lugar de donde vengo. ¿Cuánto más he de demostrar para poder volver a casa con honores? ¿Qué más he de hacer para recibir mi premio? ¿Por qué hasta las victorias han tornado a tener un sabor tan amargo?

La experiencia me dice que no siempre se puede ganar, y hay que besar la lona para levantarse luego con más ganas y poder ganar... Pero no puedo evitar lamerme las heridas y preguntarme si toda esta lucha tiene algún sentido. ¿Acaso no soy uno más de todos esos ilusos que cree que puede alzarse con la victoria final o de verdad cada paso que doy cincela los anales de la Historia con mi nombre?

Solo sé que mañana el timbre volverá a anunciar un nuevo combate, y aunque nada me gustaría más ahora mismo irme bien lejos, aguantaré con todas mis armas por sobrevivir... Al menos un día más.


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