El lo alto del mirador, una sombra se asoma en la noche. Camina lentamente por la tarima de madera, haciendo crujir las tristes tablas que la sustentan. Sus delicados pasos la llevan hasta la barandilla, donde espera tranquila a las estrellas del firmamento.
El resto del mundo duerme, mas ella guarda las horas nocturnas para asomarse al mirador. Ése es su lugar en el mundo, ese rincón donde se sentía segura viendo el cielo impregnado de betún.
El viento ondea placidamente, meciendo su cabellera con delicadeza, como su dulce amante que la acaricia con mimo, incitándola a acompañarla un poco más durante aquella velada. Los astros del cielo titilan con suavidad, como en respetuosa reverencia a su fiel amiga que las visita todas las noches.
Todas las noches un mudo silencio, apenas interrumpido por el latido de su corazón, la acogía en su seno. Una paz que en ningún otro lugar podría encontrar la guardaba de todo mal. Allí no siente. No padece. El dolor perdía su libertad entre las rejas de la barandilla, prisionero de batalla . La dama había encontrado allí un refugio contra la guerra, las enfermedades, el odio y el desamor. Un lugar donde nadie podía hacerle daño. Tan alto que los problemas no podían trepar. Tan oscuro, que las maldiciones no la podían encontrarla. Un lugar entre los ángeles, donde sólo los pájaros podían llegar.
Aquel inhóspito lugar, donde ningún problema era capaz de alcanzarla... tampoco ninguna clase de sentimiento podía vivir sobre sus tablas. La joven se sentía segura allí, porque ya no era vulnerable al dolor, a la pena.. pero inexorablemente desaparecían la ilusión y los sueños de su corazón, y ya sólo vivía por esos momentos de paz artificiales. Allí buscaba una señal en el cielo.. una señal que no llegaría nunca.
El resto del mundo duerme, mas ella guarda las horas nocturnas para asomarse al mirador. Ése es su lugar en el mundo, ese rincón donde se sentía segura viendo el cielo impregnado de betún.
El viento ondea placidamente, meciendo su cabellera con delicadeza, como su dulce amante que la acaricia con mimo, incitándola a acompañarla un poco más durante aquella velada. Los astros del cielo titilan con suavidad, como en respetuosa reverencia a su fiel amiga que las visita todas las noches.
Todas las noches un mudo silencio, apenas interrumpido por el latido de su corazón, la acogía en su seno. Una paz que en ningún otro lugar podría encontrar la guardaba de todo mal. Allí no siente. No padece. El dolor perdía su libertad entre las rejas de la barandilla, prisionero de batalla . La dama había encontrado allí un refugio contra la guerra, las enfermedades, el odio y el desamor. Un lugar donde nadie podía hacerle daño. Tan alto que los problemas no podían trepar. Tan oscuro, que las maldiciones no la podían encontrarla. Un lugar entre los ángeles, donde sólo los pájaros podían llegar.
Aquel inhóspito lugar, donde ningún problema era capaz de alcanzarla... tampoco ninguna clase de sentimiento podía vivir sobre sus tablas. La joven se sentía segura allí, porque ya no era vulnerable al dolor, a la pena.. pero inexorablemente desaparecían la ilusión y los sueños de su corazón, y ya sólo vivía por esos momentos de paz artificiales. Allí buscaba una señal en el cielo.. una señal que no llegaría nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario