domingo, 7 de febrero de 2010

Familiar Strangers

Es irónico pensar que las personas que más cerca están de uno, puede que sean las que menos te conozcan. Seres queridos y con los que compartes años de convivencia y experiencia, pero que finalmente no suponen sino una huella en el camino andado. Dos planetas que una vez compartían una órbita y ahora giran alrededor de distintos soles.

Me siento como un extraño cuando nos sentamos en la misma mesa, como si habláramos distintos idiomas. Por mucho que ellos se intenten esforzar en entender lo que yo vivo, mis días y mis experiencias, siento que es un intento de lanzar un cabo en busca de algún tipo de amarre. Lo mismo que me pasa a mí con ellos.

Lo normal en la adolescencia es ir *a tu bola* y pasar el menor tiempo con la familia, donde los amigos se convierten en el fortín donde descargar tu vida, tus vivencias... ¿Pero qué pasa cuando una vez llegados a la vida adulta, sigue pasando lo mismo? Esa necesidad de independencia, de querer formar un nuevo camino sólo para mí, tan estrecho que mis padres sólo puedan mirar de lejos. Es curioso que ahora que no hay secretos con mis padres, menos complicidad hay.

Extraños en la misma mesa, compañeros silenciosos de una casa que dejamos el tiempo pasar mientras nuestros pasos nos alejan.

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