Llenos de luces y de color, los maniquíes posan sonrientes mostrando su mejor cara. Rodeados de serpentinas y objetos extravagantes muestran una vida de ensueño que parece una utopía para la gente de a pie, que se limitan a apoyar sus caras tras el cristal para intentar escudriñar qué es lo que hay detrás, cuáles son los secreto que esconden sus cuerpos tan bien formados para intentar aplicarlos a sus vidas.
Las calles brillan con la luz que desprenden mientras demuestran al mundo que los sueños más grandes e imposibles están al alcance de unos pocos de los mortales, aunque a simple vista pareciera que todo es tan fácil como salir al mundo y hacerlos realidad. Cada uno de estos escaparates muestra una historia diferente, pero todos ellos mantienen la misma esencia: La culminación del éxito en todas sus facetas: Tenemos a "la familia feliz", que se abrazan felices por haber encontrado el amor verdadero, viviendo en su casa de ensueño rodeada de muebles de diseño. Por otro lado tenemos al "eterno aventurero" que, rodeado de las fotos más increíbles vive rodeado de trofeos y souvenirs con una mirada triunfal sobre el globo terráqueo que adorna su salón. Y por supuesto tampoco olvidemos al "Lobo de Wall Street", que vive en una casa empapelada con billetes ganados gracias a su insuperable éxito profesional mientras toma un martini con sus amigos en una eterna bacanal de alcohol, sexo y música que nunca tiene fin.
Pero cuando las luces se apagan y ya nadie mira los maniquíes muestran una cara desconocida para su tan querido público. "La Familia Feliz" está frustrada porque mientras "papá maniquí" se junta con el mundo de las drogas y la prostitución, "mamá maniquí" vive hastiada de su vida sin sentido, preguntándose en qué momento todo aquello que soñaba dejó de importarle. "El Aventurero" juega abstraído con sus tesoros provenientes de los siete mares mientras asume tristemente que por muchos sellos en su pasaporte o las millas recorridas ningún souvenir podrá llenar el vacío de su soledad. "El Lobo", ojeroso por las continuas resacas, se despierta cada mañana sintiendo que la vida le abandona a cada sorbo, a cada polvo, y aunque intenta no pensarlo, hace años que todos los placeres de la vida ya no saben a nada.
Luces y sombras, lágrimas de maniquí que recorren el corazón de cada uno de ellos. Dolores profundos tras el plástico de su perfección superficial. Una vida para la galería y otra muy distinta para sí mismos. Fachadas que ocultan edificios en ruinas.
Tras pasarnos media vida vistiendo y decorando con mimo nuestro escaparate para mostrarlo al mundo empezamos a temer enfrentarnos a la oscuridad de la trastienda, y nos cuesta aceptar que esa parte oculta también forma parte de nosotros. Un escalofrío nos recorre el alma solo de pensarlo.
Afortunadamente esta sensación desaparece pronto. La luz de la mañana se alarga hasta tocar cálidamente el vidrio del escaparate, y todos los maniquíes vuelven a su posición inicial. Las lágrimas se secan y las ojeras desaparecen porque de nuevo es la hora de interpretar nuestro mejor papel. La familia se abraza mientras el lobo se sirve una nueva copa, El reloj ha vuelto a girar y las luces se encienden. Es hora de mostrar que, por supuesto, todos los sueños se hacen realidad.
domingo, 28 de febrero de 2016
sábado, 27 de febrero de 2016
Mi Guardián
Hace eones un ser sin igual llegó a la Tierra. Su corazón era puro y el brillo de sus ojos hacían que el mundo perdiera la cabeza. Su belleza era tal que todos volvían la cabeza a su paso, y el mundo entero se disputaba aunque solo fueran unas horas de su presencia. Príncipes, nobles mendigos y soldados. Todos ellos se disputaban el honor de quedárselo para sí como si de un trofeo se tratara.
Este ser tan lleno de luz se horrorizaba de esta realidad en la que había aterrizado, y asustado procuraba esconderse entre la multitud intentado pasar desapercibido, pero el brillo de su corazón era tal que era imposible mantenerlo oculto. Por muy lejos que escapara su efecto en la gente era inevitable, desatando la locura allá donde pasara. Ante tanto caos este ángel sin alas se propuso un objetivo: Tenía que encontrar a su guardián. Un guardián al que poderle entregar su corazón sin reservas y que él lo protegiera de este mundo frío y loco al que se enfrentaba.
Afortunadamente mientras perseguía su objetivo iba protegido por su buena estrell, y pasaron varios años sin que nadie pudiera hacerle daño, huyendo de las multitudes y escondiéndose en pequeños poblados. Aun así siempre acababa llamando la atención y debía huir allá donde estuviera. Su agotamiento empezaba a ser notable: Noches sin dormir por miedo de que alguien pudiera hacerle daño durante la noche, durmiendo en la intemperie mientras el frío se colaba entre sus huesos con el fin de alejarse de los seres humanos, y cautivo de la decepción ante cada encuentro que tenía con las personas que poblaban este mundo.
El tiempo seguía pasando y su corazón se marchitaba infectado por la realidad de este mundo lujurioso y falto de valores. Con su alma dañada y su brillo opacado por la cruda realidad, este ser empezó a enfermar. Solo en medio de la naturaliza salvaje suspiraba por ese guardián que le protegiera y con quien sentirse seguro para siempre.... y empezaba a pensar que no existía tal ser legendario. El desánimo se hacía más palpable en sus entrañas y su corazón empezó a endurecerse pensando que el único que podía protegerse de los demás era él mismo.
El calor de su interior se desvanecía al tiempo que la esperanza se esfumaba de su interior. Completamente hastiado de un mundo donde lo único que hacía era correr y escapar para evitar las heridas que su cuerpo no terminaba de curar, su corazón no fue lo único que se endureció. Paulatinamente se sentía más pesado. El aire se hacía irrespirable y su cuerpo dejó de responder. Su cuerpo se convertía en piedra.
Desgraciadamente lo inevitable pasó. Esta maravilla de la Creación se convirtió en una estatua perenne a la orilla de un lago olvidado. La maleza invadió su cuerpo y su leyenda quedó relegada al olvido. Dicen los pocos relatos que circulan acerca de él que una parte de su alma todavía permanece encendida luchando por no morir definitivamente. Esta última esperanza sigue siendo su protector. Ese caballero de blanca armadura que deposite su escudo bajo su estatua y le jure la fidelidad que tantos años había anhelado. "Algún día".
viernes, 26 de febrero de 2016
En un lugar de Francia...
Escribo estas líneas sabiendo que no llegarán a su dueño, puesto que su contenido desvelan sentimientos que de momento no merecen ser compartidos. Al menos hasta saber si podemos llamarlo "Amor" en lugar de "Capricho".
Hace casi una década dos personas se conocieron en un pueblo perdido en una ciudad de Francia. Ambos perdidos buscando su propia identidad, sus caminos se encontraron fraguando una poderosa amistad. Cómplices de series y de noches de fiesta, ambos disfrutaban de su compañía olvidando que tenían un pasado detrás. A pesar de que aquel lapsus de tiempo acabó y ambos tuvieron que volver a la realidad, ambos de forma distinta afrontaron una misma realidad.
Su amistad perduró en el tiempo, y los secretos que ambos guardaban en el armario los acabaron uniendo y separando más. Uno buscaba la vida estable mientras que otro disfrutaba de su libertad, aunque aquel que buscaba la estabilidad acabó en el libertinaje mientras que el que quería disfrutar sin límites acabó atándose una y otra vez a la persona equivocada.
Durante todos estos años y una vez las cartas sobre la mesa, uno de ellos se daba cuenta de lo afines que eran, y que realmente sería complicado encontrar a alguien con quien redondear su historia más que con él. El otro siempre fue ajeno a estos sentimientos.
El tiempo pasó y la amistad perduró. Visitas fugaces durante años fueron suficientes para mantener esa complicidad, y aquellos que se emborrachaban con partidas de ¨beer pong" han conseguido sus éxitos profesionales, han construido la vida que querían... Pero aquel que se encaprichó del otro siempre se quedará con la duda de "Qué hubiera pasado si..."
Quizás capricho, quizás amor. El tiempo pasará y mi mayor deseo no es que al final acaben viviendo una dulce y tierna historia de amor, sino que mantengan la misma complicidad que hace 10 años, y que pase lo que pase y lo que la vida les depare siempre tengan un hueco para estar unidos a su manera, y que nunca se rompa el lazo que los unió hace años en aquel pueblo perdido de la Franche-Compté.
Hace casi una década dos personas se conocieron en un pueblo perdido en una ciudad de Francia. Ambos perdidos buscando su propia identidad, sus caminos se encontraron fraguando una poderosa amistad. Cómplices de series y de noches de fiesta, ambos disfrutaban de su compañía olvidando que tenían un pasado detrás. A pesar de que aquel lapsus de tiempo acabó y ambos tuvieron que volver a la realidad, ambos de forma distinta afrontaron una misma realidad.
Su amistad perduró en el tiempo, y los secretos que ambos guardaban en el armario los acabaron uniendo y separando más. Uno buscaba la vida estable mientras que otro disfrutaba de su libertad, aunque aquel que buscaba la estabilidad acabó en el libertinaje mientras que el que quería disfrutar sin límites acabó atándose una y otra vez a la persona equivocada.
Durante todos estos años y una vez las cartas sobre la mesa, uno de ellos se daba cuenta de lo afines que eran, y que realmente sería complicado encontrar a alguien con quien redondear su historia más que con él. El otro siempre fue ajeno a estos sentimientos.
El tiempo pasó y la amistad perduró. Visitas fugaces durante años fueron suficientes para mantener esa complicidad, y aquellos que se emborrachaban con partidas de ¨beer pong" han conseguido sus éxitos profesionales, han construido la vida que querían... Pero aquel que se encaprichó del otro siempre se quedará con la duda de "Qué hubiera pasado si..."
Quizás capricho, quizás amor. El tiempo pasará y mi mayor deseo no es que al final acaben viviendo una dulce y tierna historia de amor, sino que mantengan la misma complicidad que hace 10 años, y que pase lo que pase y lo que la vida les depare siempre tengan un hueco para estar unidos a su manera, y que nunca se rompa el lazo que los unió hace años en aquel pueblo perdido de la Franche-Compté.
Casualidad o Causalidad
Dormidos en el letargo aguardan los recuerdos de un tiempo donde las emociones eran más fuertes, más intensas. Con el tiempo esos recuerdos quedan aletargados en el fondo de la memoria, ocultos por la coraza que uno va construyendo día a día para poder sobrevivir.
Súbitamente el pasado vuelve a ti para recordarte que una vez sentías y que las cosas no eran tan racionales o pragmáticas pomo quieres hacerlas creer. Es entonces cuando replanteas tu vida y vuelves a hacerte las mismas preguntas que hace años te hacías, cuando pensabas que gracias a la madurez de los tiempos presentes y todo lo que has vivido no volverías a plantearte: "¿Hay futuro después de dos corazones rotos? ¿Hay esperanza para esa historia que nunca volvió a pasar?".
Definitivamente este año está siendo un año de sentir y pensar al mismo tiempo. Me doy cuenta que dentro de todo este sentir hay mucho llamémosle "capricho" detrás por crear las historias perfectas o redondas donde todo tiene un cierre o un final feliz, una esperanza porque esas personas que ya estaban presentes en el pasado de una forma especial formen parte del presente y definitivamente del futuro.
Creemos en el destino, en que las cosas no pasan por coincidencia.. y a veces tenemos que darnos cuenta de que efectivamente la vida es curiosa y nos hace tropezarnos dos veces con la misma piedra (y a veces tres), pero que no hay astros alineados detrás y que las cosas ocurren simplemente porque tienen que pasar, sin haber más explicación que los hechos que están pasando.
En cualquier caso el ser humano, en su bendita ignorancia, intenta pensar en "cerrar círculos perfectos" o en "hilar una historia perfecta tras años de construción". La vida no es una historia de amor como en las películas. Las cosas pasan sin más explicación y nos tenemos que aferrar a un presente, siendo conscientes de nuestro pasado para construir el futuro que buscamos para nosotros.
Todo lo demás, estás de más.
martes, 23 de febrero de 2016
Leyendas: La historia de Mimethos
Vivimos en un mundo de sueños. El aire que respiramos es la gasolina de estos deseos que millones de personas ansían por cumplir. Cada día y a cada instante, el oxígeno que recorre nuestros pulmones combustiona para ser el impulso que nos empuja a luchar por nuestros anhelos: Esa reunión que me valdrá el ascenso, ese sprint para ver a mi ese nuevo chico que "podría ser el definitivo" o la fuerza para levantar cinco kilos más en el press de banca. Todo para ser mejor, para no estar solo, sentirme realizado, verme más fuerte, más guapo... Millones de sueños de todo tipo entremezclados en el aire, pugnando por dejar de ser mero humo para cristalizarse en una realidad.
En un mundo repleto de sueños y soñadores también hay sitio para hay criaturas extrañas que no son capaces de soñar. Seres misteriosos que se ocultan entre la gente, al tiempo que intentan simplemente vivir y disfrutar del mundo, tal y como lo hacen el resto de los mortales.
En un mundo repleto de sueños y soñadores también hay sitio para hay criaturas extrañas que no son capaces de soñar. Seres misteriosos que se ocultan entre la gente, al tiempo que intentan simplemente vivir y disfrutar del mundo, tal y como lo hacen el resto de los mortales.
Tal es el caso de Mimethos.
Mimethos es fruto de la unión de un rayo de luna y de las profundidades de un espejo. Su nacimiento es un misterio, pero se dice que las memorias acumuladas de este objeto, iluminadas por la tenue luz de la luna salieron del reverso del espejo en busca de vivir aquello que tantos años habían sido testigos como marionetas de las personas del mundo real.
A pesar de ser fruto del deseo del espejo, los ojos grises Mimethos no podían ver más allá de lo que tenía enfrente. El aire que insuflaba los corazones de la gente permanecía estanco en él, sin capacidad de tejer en su interior ni el más mínimo anhelo. El homúnculo, que a pesar de su incapacidad de soñar era bastante inteligente, pronto acertó a darse cuenta de su carencia y fue capaz de encontrar una solución: Puesto que había nacido de las entrañas de un espejo era capaz de reflejar para sí los sueños ajenos y se los autoimponía como propios. Pronto empezó a ambicionar aquello que la personas de su alrededor ambicionaban. Tener una pareja, éxito profesional, más amigos, un mejor coche...
Tal era la capacidad de proyectar los sueños de los demás para sí que nadie podía decir que no era uno de nosotros. Metido en la espiral de la sociedad empezó a construir su lugar en el mundo basado en los impulsos ajenos, olvidando casi que aquellos deseos no le pertenecían. Pasaban los años y los éxitos de Mimethos se contaban por decenas, convirtiéndose en la envidia de aquellos que le rodeaban.
El tiempo como siempre se convirtió en el verdugo de sus miserias. Y es que por mucho que el homúnculo intentara saborear los frutos de sus logros, todos ellos le parecían insípidos y carentes de significado. Bebía sin tener sed, follaba sin sentir el más mínimo deseo, y aun así tenía hambre de algo que no sabía qué era. Aunque se afanaba por estudiar con detenimiento el interior de los que consideraba sus iguales no encontraba nada que pareciera siquiera interesarle.
Media vida pasó buscando y otra media lamentándose de la soledad que sentía. Aquellos ojos que reflejaban las ilusiones de demás comenzaron a oscurecerse, y el aire que era un mero testigo de sus hazañas y proezas comenzaba a pudrirse en sus pulmones. Mimethos empezó a odiar a la humanidad soñadora que le rodeaba y decidió alejarse de ellos. Solo y amargado se miraba día tras día al espejo, en un intento desesperado de copiar los sueños de su reflejo.
Su bella sonrisa se torcía en una mueca horrible, mientras que sus ojos se entrecerraban cansados de ver victorias vacías, hartos de ver la ironía que suponía que su mayor sueño era poder soñar como los demás. Mimethos aprendió de la forma más dura que el secreto de la felicidad se hallaba en perseguir sus propios sueños, disfrutando del camino y aprendiendo de las victorias y las derrotas, pero de nada servía si esas ambiciones no tenían nada que ver con uno.
Cansado de vivir una vida que no le pertenecía tomó una determinación. Quizás la única que nació legítimamente de sus frías entrañas. Una noche de luna nueva en la que no había estrella que brillara en el cielo decidió acabar por fin con su vacía existencia. Se sumergió lentamente en el mar mientras pronunciaba un mantra "No debes tener ningún sueño, los sueños nunca se hacen realidad". Su voz se perdía en el aire que flotaba como una letanía. A cada paso Mimethos desaparecía bajo las aguas sin dejar de repetir su oración "no debes tener ningún sueño, los sueños nunca se hacen realidad"...
Nadie volvió a ver a Mimethos, pero cuenta la leyenda que días más tarde una joven rescató de la playa un pequeño espejo de mano. En el reverso se podía leer una palabra "MIMETHOS"
Mimethos es fruto de la unión de un rayo de luna y de las profundidades de un espejo. Su nacimiento es un misterio, pero se dice que las memorias acumuladas de este objeto, iluminadas por la tenue luz de la luna salieron del reverso del espejo en busca de vivir aquello que tantos años habían sido testigos como marionetas de las personas del mundo real.
A pesar de ser fruto del deseo del espejo, los ojos grises Mimethos no podían ver más allá de lo que tenía enfrente. El aire que insuflaba los corazones de la gente permanecía estanco en él, sin capacidad de tejer en su interior ni el más mínimo anhelo. El homúnculo, que a pesar de su incapacidad de soñar era bastante inteligente, pronto acertó a darse cuenta de su carencia y fue capaz de encontrar una solución: Puesto que había nacido de las entrañas de un espejo era capaz de reflejar para sí los sueños ajenos y se los autoimponía como propios. Pronto empezó a ambicionar aquello que la personas de su alrededor ambicionaban. Tener una pareja, éxito profesional, más amigos, un mejor coche...
Tal era la capacidad de proyectar los sueños de los demás para sí que nadie podía decir que no era uno de nosotros. Metido en la espiral de la sociedad empezó a construir su lugar en el mundo basado en los impulsos ajenos, olvidando casi que aquellos deseos no le pertenecían. Pasaban los años y los éxitos de Mimethos se contaban por decenas, convirtiéndose en la envidia de aquellos que le rodeaban.
El tiempo como siempre se convirtió en el verdugo de sus miserias. Y es que por mucho que el homúnculo intentara saborear los frutos de sus logros, todos ellos le parecían insípidos y carentes de significado. Bebía sin tener sed, follaba sin sentir el más mínimo deseo, y aun así tenía hambre de algo que no sabía qué era. Aunque se afanaba por estudiar con detenimiento el interior de los que consideraba sus iguales no encontraba nada que pareciera siquiera interesarle.
Media vida pasó buscando y otra media lamentándose de la soledad que sentía. Aquellos ojos que reflejaban las ilusiones de demás comenzaron a oscurecerse, y el aire que era un mero testigo de sus hazañas y proezas comenzaba a pudrirse en sus pulmones. Mimethos empezó a odiar a la humanidad soñadora que le rodeaba y decidió alejarse de ellos. Solo y amargado se miraba día tras día al espejo, en un intento desesperado de copiar los sueños de su reflejo.
Su bella sonrisa se torcía en una mueca horrible, mientras que sus ojos se entrecerraban cansados de ver victorias vacías, hartos de ver la ironía que suponía que su mayor sueño era poder soñar como los demás. Mimethos aprendió de la forma más dura que el secreto de la felicidad se hallaba en perseguir sus propios sueños, disfrutando del camino y aprendiendo de las victorias y las derrotas, pero de nada servía si esas ambiciones no tenían nada que ver con uno.
Cansado de vivir una vida que no le pertenecía tomó una determinación. Quizás la única que nació legítimamente de sus frías entrañas. Una noche de luna nueva en la que no había estrella que brillara en el cielo decidió acabar por fin con su vacía existencia. Se sumergió lentamente en el mar mientras pronunciaba un mantra "No debes tener ningún sueño, los sueños nunca se hacen realidad". Su voz se perdía en el aire que flotaba como una letanía. A cada paso Mimethos desaparecía bajo las aguas sin dejar de repetir su oración "no debes tener ningún sueño, los sueños nunca se hacen realidad"...
Nadie volvió a ver a Mimethos, pero cuenta la leyenda que días más tarde una joven rescató de la playa un pequeño espejo de mano. En el reverso se podía leer una palabra "MIMETHOS"
lunes, 22 de febrero de 2016
Miles de vidas un minuto
7.40
Giraba el reloj anunciando la hora de despertar. Mientras me abrazaba a la almohada deseando tener cinco minutos más hacía rato que el mundo ya se estaba moviendo. Aunque vivimos ignorantes de lo que pasa más allá de nuestras vidas los engranajes del tiempo no cesan ni un instante para nadie, y mientras peleaba con mi cama por empezar mi día, millones de vidas se movían a su son.
7.46
El segundero caminaba persistentemente mientras yo seguía todavía en la cama. Mi mente volaba atrás en el tiempo rememorando a ese chico que conocí hace un par de días que tras una cita divertida y algo loca, apenas había tenido noticias suyas. Aunque me autoengañaba diciéndome en que no me importaba, una parte de mí estaba bastante indignada. Mientras tanto, a un tiro de metro de distancia, el susodicho roncaba feliz, soñando ajeno a que alguien pudiera pensar en él tan temprano de buena mañana.
8.02
La música que sonaba desde mi móvil se entremezclaba con el sonido del agua que golpeaba mi cuerpo. Era mi momento de disfrute dentro del suplicio que suponen las mañanas. El jabón y el agua caliente ablandaban mi cuerpo deseando quedarme un par de minutos más... A algunos kilómetros y con algo más de ropa sobre su cuerpo, Andrea también deseaba que el tiempo le diera un par de minutos más. Su mano temblaba presa de la congoja y del frío de la mañana, cogida fuertemente a la de Francesco que, después de pasar el fin de semana con ella, volvía rumbo a Italia hasta su próximo encuentro allá en dos semanas.
8.14
Vestido y aseado, me preparaba mi desayuno con cuidado de no mancharme. Inevitablemente el suceso de todas las mañanas se repite y es el mantel la víctima de la leche mal vertida. Mientras hago la doble tarea de comer mis cereales y ver las noticias, comento mentalmente conmigo mismo lo mal que está el país, y en las desvergüenzas que sufrimos. Ajeno a mis reproches Esteban, también en modo multitasking, se afanaba en abrocharse el abrigo y coger el casco, mientras se acercaba a Mireia para darle un beso fugaz y le decía con la respiración entrecortada: "Cariño, voy tirando que hoy tengo que ir pronto a trabajar. Te quiero".
8.28
Esperaba al bus con mirada desesperada, haciendo cálculos de lo que tardaría en llegar y pensando en que, para variar, llegaría tarde a trabajar. Alternaba suspiros de resignación con resoplidos de hastío mientras observaba con envidia las motos que me dejaban atrás en la marquesina del bus. Súbitamente algo cambió en el aire y mi cuerpo sacó a mi mente de sus maquinaciones. Mi instinto me alertaba de que algo iba a pasar. Solo tengo flashes de lo que pasó: Un camión que se saltaba un ceda al paso. Ruidos de frenos. Gritos... un motorista en un amasijo de hierros, sangre en el suelo.
9.05
Ante humeantes brebajes de café, mis compañeros terminaban de escuchar con atención mi historia, mezclados entre exclamaciones y rostros de sorpresa. Mientras se creaban debates sobre la peligrosidad de las motos yo respiraba aliviado por tener una coartada por llegar tarde una vez más. En el fondo, escondida entre la multitud, un par de lágrimas se escapaban de los ojos de Andrea. Unas gotas llenas de sentimientos que ni ella misma podía decir si eran por la tragedia de ese pobre desconocido o de la ya punzante nostalgia que tenía por despedirse de su amado. Cuando la multitud comenzaba a dispersarse el timbre de un teléfono empezó a sonar. Fue la voz de Isabel la que contestó, y tras colgar un silencio precedió a unas pesadas palabras que nos cambiarían a todos: "Era Mireia... el motorista era Esteban...".
Giraba el reloj anunciando la hora de despertar. Mientras me abrazaba a la almohada deseando tener cinco minutos más hacía rato que el mundo ya se estaba moviendo. Aunque vivimos ignorantes de lo que pasa más allá de nuestras vidas los engranajes del tiempo no cesan ni un instante para nadie, y mientras peleaba con mi cama por empezar mi día, millones de vidas se movían a su son.
7.46
El segundero caminaba persistentemente mientras yo seguía todavía en la cama. Mi mente volaba atrás en el tiempo rememorando a ese chico que conocí hace un par de días que tras una cita divertida y algo loca, apenas había tenido noticias suyas. Aunque me autoengañaba diciéndome en que no me importaba, una parte de mí estaba bastante indignada. Mientras tanto, a un tiro de metro de distancia, el susodicho roncaba feliz, soñando ajeno a que alguien pudiera pensar en él tan temprano de buena mañana.
8.02
La música que sonaba desde mi móvil se entremezclaba con el sonido del agua que golpeaba mi cuerpo. Era mi momento de disfrute dentro del suplicio que suponen las mañanas. El jabón y el agua caliente ablandaban mi cuerpo deseando quedarme un par de minutos más... A algunos kilómetros y con algo más de ropa sobre su cuerpo, Andrea también deseaba que el tiempo le diera un par de minutos más. Su mano temblaba presa de la congoja y del frío de la mañana, cogida fuertemente a la de Francesco que, después de pasar el fin de semana con ella, volvía rumbo a Italia hasta su próximo encuentro allá en dos semanas.
8.14
Vestido y aseado, me preparaba mi desayuno con cuidado de no mancharme. Inevitablemente el suceso de todas las mañanas se repite y es el mantel la víctima de la leche mal vertida. Mientras hago la doble tarea de comer mis cereales y ver las noticias, comento mentalmente conmigo mismo lo mal que está el país, y en las desvergüenzas que sufrimos. Ajeno a mis reproches Esteban, también en modo multitasking, se afanaba en abrocharse el abrigo y coger el casco, mientras se acercaba a Mireia para darle un beso fugaz y le decía con la respiración entrecortada: "Cariño, voy tirando que hoy tengo que ir pronto a trabajar. Te quiero".
8.28
Esperaba al bus con mirada desesperada, haciendo cálculos de lo que tardaría en llegar y pensando en que, para variar, llegaría tarde a trabajar. Alternaba suspiros de resignación con resoplidos de hastío mientras observaba con envidia las motos que me dejaban atrás en la marquesina del bus. Súbitamente algo cambió en el aire y mi cuerpo sacó a mi mente de sus maquinaciones. Mi instinto me alertaba de que algo iba a pasar. Solo tengo flashes de lo que pasó: Un camión que se saltaba un ceda al paso. Ruidos de frenos. Gritos... un motorista en un amasijo de hierros, sangre en el suelo.
9.05
Ante humeantes brebajes de café, mis compañeros terminaban de escuchar con atención mi historia, mezclados entre exclamaciones y rostros de sorpresa. Mientras se creaban debates sobre la peligrosidad de las motos yo respiraba aliviado por tener una coartada por llegar tarde una vez más. En el fondo, escondida entre la multitud, un par de lágrimas se escapaban de los ojos de Andrea. Unas gotas llenas de sentimientos que ni ella misma podía decir si eran por la tragedia de ese pobre desconocido o de la ya punzante nostalgia que tenía por despedirse de su amado. Cuando la multitud comenzaba a dispersarse el timbre de un teléfono empezó a sonar. Fue la voz de Isabel la que contestó, y tras colgar un silencio precedió a unas pesadas palabras que nos cambiarían a todos: "Era Mireia... el motorista era Esteban...".
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