Cerraba los ojos mientras reflexionaba... Nos pasamos la vida tomando decisiones. Algunas cruciales como la carrera que queremos estudiar, otras tan nimias como la camisa que me pondré mañana. Y todas y cada una de ellas tienen algún tipo de repercusión en nuestras vidas. Escogiendo con más o menos precisión vamos creando una hoja de ruta que vamos recorriendo sin saber si hemos escogido la puerta correcta. Con el tiempo nos damos cuenta de que las experiencias que este camino nos ha ido planteando ya forman parte de nosotros, y nos han ido conformando en una persona determinada, para lo bueno y para lo malo. Un camino que, al fin y al cabo, hemos elegido nosotros.
Elegir no suele ser tarea fácil. No hay un manual de instrucciones para cada uno y docenas de voces a nuestro alrededor parecen saber mejor que nosotros qué es lo que necesitamos. Al principio las escuchabas más, pero el tiempo nos hace crecer en altura y sabiduría, aprendiendo a base de golpes que solo nosotros tenemos el poder de decidir. El poder de seguir el rumbo que marcamos nosotros, con lo que no podemos culpar a los demás de nuestras malas decisiones.
Ojalá fuera tan fácil como tirar una moneda al aire, o que realmente supiéramos cuál es el camino que mayor satisfacción nos reportará. Pero en eso se basa la magia de la vida, y nos tenemos que mojar para conseguir nuestros sueños. Así que solo nos queda aprender de lo vivido y saber cuál es tu rumbo. Sin miedos.
Mientras mis ojos se acomodaban de nuevo a la luz del sol una tenue sonrisa se perfilaba en mi cara. Ya había tomado mi decisión.
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