jueves, 21 de abril de 2016

Melancolía

El día menos pensado te la encuentras al llegar a casa. Sin invitación ni preaviso, la dama vestida de azul está sentada en el sofá tomando tímidamente un café pasando casi inadvertida su presencia. Su cara sigue pensativa mirando al infinito mientras que el aire que exhala va invadiendo la estancia. Todo se vuelve ligeramente más pesado. Tú sigues con tu rutina ignorándola mientras ella juega distraída con el mando de la televisión, cambiando de canal mientras tu fumas en la ventana.

Aunque evitas su mirada, notas como sus ojos te observan con curiosidad. Sin que te des cuenta te sientes más cansado, y notas tu cuerpo encorvarse como si de repente fueras consciente de que llevaras una gran carga a tus espaldas.  Tus ojos se apagan y tu cabeza entra en letargo. Intentas pensar que todo sigue igual de bien que ayer y decides hacer la cena, distraerte con cualquier cosa mientras ella sigue inmutable en el sofá.

Algo te desvía del camino que llevabas y parece que no puedes hacer nada bien. Cortas torpemente las verduras y se te caen las cosas mientras intentas preparar la comida. Hoy la comida tiene un regusto amargo que te recuerda a ella. El pensamiento de que hoy no es tu día se cruza por la cabeza y decides darte una ducha para despejarte. El agua y el vapor sirven de evasión momentánea al influjo de la chica de azul, pero una vez sales del paréntesis tu cabeza vuelve a resetearse.

Te tumbas en la cama desnudo mirando a ninguna parte. Tu cuerpo reacciona solo y tus extremidades juntarse formando un ovillo. Notas el vacío dentro de ti y una sensación de caída a cámara lenta en las profundidades de tus pesadillas. Es entonces notas que ella se ha acostado a tu lado envolviéndote con suavidad. Su tacto frío y suave se convierte en parte de ti.

Melancolía, la marchita dama de la soledad yace a tu lado, y aunque sabes que no te conviene, no eres capaz de pedirle que se vaya. Vete... pero no me dejes solo...

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