El Sapo parecía que volvería a su charca a vivir su vida... pero parece que la compañía del gato fue lo suficientemente grata como para darle una segunda oportunidad.
El gato ya no quiere seguir jugando con la lana... Nadie sabe por qué, pero ya no le tiene miedo al agua y quiere mojarse, como su amigo el anfibio. Y el sapo parece que ha dejado templar un poco su fría piel....
No sé qué saldrá de todo esto, pero de momento los dos se van a la cama con una sonrisa en la boca.
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