Nos enseñaron a soñar alto, a perseguir siempre aquello que ansiábamos para hacer nuestra vida realidad. Casi desde pequeños empezamos esta carrera hacia ninguna parte, corriendo con una zanahoria delante como los caballos por cumplir los objetivos. Mejores notas, carrera, independencia, amor o un buen trabajo. Da igual el objetivo porque todo requiere esfuerzo, así que nos calzamos nuestro mejor calzado y empezamos a correr.
A veces a paso ligero, otras con más ganas, pero nunca paramos a repostar, no sea que ese trofeo que vemos allá al fondo siga adelante y nos deje completamente atrás. Además en esta carrera de locos no estamos solos y no podemos dejar que nadie nos adelante. Cada vez más ágiles y fuertes, el sudor de nuestra frente es la señal de nuestro esfuerzo. Nuestro corazón bombea más fuerte dándonos alas en los pies para volar hacia la meta. Nos sentimos jóvenes y fuertes, y que no hay objetivo que se nos resista. Vamos saltando vallas, sorteando obstáculos y en ocasiones zancadilleando a la gente de nuestro alrededor. Todo vale por seguir en la carrera hacia nuestros sueños.
Lo que a lo lejos parecía la meta y la satisfacción plena se convierte burlonamente en un punto de checkpoint. Ahora que hemos llegado donde queríamos esto parece no ser suficiente. Nunca lo es y no podemos parar. Debemos seguir para llegar a la meta de verdad. Un mayor reto, un mayor esfuerzo, pero también una copa más grande, rodeada de reconocimiento y de champán que no para de desbordar.
Corre y sigue corriendo, porque aunque ya no eres tan joven crees que tienes más claros tus objetivos. Corre y aprieta el paso. No dejes que nadie te pise y continua tu camino hacia tus sueños. Tras el arcoiris se encuentra el caldero de las monedas de oro y no podemos dejar que desaparezca... o se lo lleve otro.
La copa de oro ya no es suficiente, y queremos el caldero de monedas. Más tarde las monedas no eran tan doradas como pensábamos y queremos el cofre del tesoro. Pero el cofre finalmente estaba medio vacío así que necesitamos ir a por las joyas de la corona. Nunca es suficiente y la carrera no termina. Seguimos corriendo en la rueda del hamster a toda velocidad, intentando llegar más lejos para ser mejores sin darnos cuenta de que seguimos anclados en el mismo sitio.
Más viejos, más cansados e incansables por seguir corriendo. Que alguien pare esta rueda porque yo me quiero bajar.
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