domingo, 13 de marzo de 2016

Y nació el amor

Ahí estabas tú, descamisado y tirado en mi cama mirando al infinito mientras me apretabas con ternura hacia tu pecho. El silencio nos envolvía con suavidad arropándonos en este momento de intimidad. Mientras escuchaba el bombeo de tu corazón te observaba de reojo viendo como tus ojos no se despegaban su vista del techo y notando tu mente muy lejos de mí. Quizás flotando entre las estrellas que tus pupilas parecían observar. A pesar de notar el calor de tu pecho en mi cara me sentía excluido de ti y de ese plan que conjurabas con los cielos. No pude evitar estremecerme.

Fue esa corriente fría que sentía la que te sacó de tus ensoñaciones. Tus párpados se cerraron como quien cierra el libro que estaba leyendo y apretaste tu mano para hacerme sentir que estabas ahí. Lentamente tu cabeza se giraba hacia mí mientras tus ojos volvían a despertar, pero esta vez sentía que buscaban las estrellas en los míos. Tu mirada, cargada de tantas cosas indescifrables me descontrolaba y me ponía nervioso. Tanto era así que no pude evitar rehuirte para darte la espalda haciendo un pequeño amago de rencor por la previa exclusión.

Fue entonces cuando me abrazaste por detrás y el tiempo se paró. El silencio se desvanecía por el sonido de tu voz que entonaba una canción que jamás había escuchado. El aire que traía las notas de tus compases soplaba suavemente detrás de mis orejas, asegurándose de que aquel mensaje de amor llegara efectivamente a su destino. Cerraba los ojos para poder absorber cada uno de las notas que me estabas regalando. Aquella canción.. ¿Acaso era eso lo que consultabas con los cielos? No pude evitar sonreír. Mientras me girabas con suavidad para encontrar tus labios con los míos me daba cuenta que ya no tenía escapatoria. El amor me había alcanzado otra vez.

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