Compartimos algo más que la sangre. Más allá de los genes, más allá que un lazo en el gigantesco árbol familiar. Es esa forma de percibir el mundo. Tan pura, tan bruta. Esa forma de sufrir que nunca elegimos.
Sintiéndonos locos, sintiéndonos solos, encerrados en el propio dolor. El corazón bombea a máxima potencia, el cuerpo está a punto de estallar. Duele hasta vivir.
Un estado de embriaguez, un estado de semilocura. Una razón para seguir viviendo, una razón para entender el propio sufrimiento. Una camisa de fuerza para la mente, una absolución para su penitencia. ¿Por qué no se puede parar de pensar? Cada pensamiento es peor que una paliza. ¿Dónde está la toalla para tirarla?...
No puedo sino encomendarme a tus dioses, para pedirles sobrellevar las largas noches de insomnio. Segundos de impaciencia, minutos de agonía.. Interminables horas oscuras. Y vuelta a empezar....
Una complicidad más allá de todo lo que ha existido jamás. Más allá del Tiempo y del Espacio, hay cosas que permanecen inmutables. Quiero agradecerte tantos años y momentos que compartimos... Quiero devolverte tantos años de felicidad y regalarte el remedio a nuestro mal: Un oasis en el laberinto de la mente... Déjame que te lleve de la mano a mi espacio seguro. Déjame ser el ojo derecho que guíe tus pasos. Let me show you the way...
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