Como enfermera, hay muchos casos que llegan a conmoverte. Este en concreto, será uno que no olvidaré jamás en la vida, imagino que por lo mucho que me recuerda a mí misma.
Fui yo quien le atendió en aquel accidente. Realmente fue un choque durísimo del que nadie creyó que pudiera haber salido con vida. Cuando le vi, me propuse hacer lo posible por salvarle. Su cuerpo estaba completamente destrozado, pero aun así aguantó consciente mucho más tiempo de lo habitual en ese estado. Quizás debido a vivir todo eso, su mente emigró lejos, por la propia conmoción del accidente. El médico le diagnosticó un coma cerebral, y les había dicho a los padres del muchacho que, si en cinco días no reaccionaba... no habría esperanza para él.
En cuanto lo escuché, sentí que podía hacer algo por él. Hacía muchos años, yo también pasé por esa experiencia. Yo padecí un coma cerebral del cual pude salir. Cuando uno está ahí dentro encerrado, es capaz de escuchar todos los estímulos del exterior, pero no pueden reaccionar. Así me sentía yo en aquella época, encerrada en un lugar al que nadie podía acceder. No recuerdo exactamente quién fue quien me animó a salir, pero tocó la fibra que pudo obrar el milagro.
Yo sentía que podía hacer algo por él, así que furtivamente iba todas las noches a visitarle, le acariciaba la cabeza y le hablaba, tal y como hacía su madre. Le animaba a salir adelante, porque parecía un joven tan decidido a vivir, que no podía ser que su historia terminara aquí.
Unos días más tarde de que saliera del coma, me tocó llevarle la comida. Sería la primera vez que lo vería despierto. Me sentía estúpida por lo nerviosa que estaba. Abrí la puerta con suavidad, y lo saludé. Cuando me vio, por un momento pensé que me reconocía, entonces él rompió el silencio y me dijo: "Gracias, Sonia"
jueves, 20 de octubre de 2011
miércoles, 19 de octubre de 2011
Vuelta al reloj (Final)
Tal y como era de suponer para las personas que todavía confían en la lógica, en esa habitación no se encontraba mi abuela.
En su lugar había un joven postrado en esa cama. Estaba lleno de morados y contusiones. Su torso y sus brazos estaban recubiertos por vendas que ocultaban lo que parecían heridas más graves. En su cara, un tubo enorme facilitaba su respiración y, a su lado, había máquinas que le regalaban un hálito de vida más. Estaba al borde de la muerte.
No pude reprimir mis ganas de gritar. Las lágrimas salían a borbotones de mis ojos mientras me acercaba hacia la cama. No podía dar crédito a lo que veían mis ojos. Ese joven era yo.
Entonces recordé. Era miércoles, y justo cuando iba a casa, ocurrió. Recuerdo los faros de coche que se avalanzaba hacia a mí, ese segundo de falta de reacción y la incapacidad de hacerme hacia un lado. Recordé el dolor de nuevo, de cómo mis huesos se rompían y mi cabeza chocaba contra el pavimento. Ahora recordaba la ambulancia, y esa enfermera rubia que me practicaba los primeros auxilios... Así que era eso... El puzzle había vuelto a encajar, y finalmente me había reencontrado conmigo mismo. Había visto mi vida entera pasar en estos días.. De repente, me sentí muy cansado. Me cogí la mano, y cerré los ojos...
Oía a mi madre llamarme incansablemente por mi nombre, y noté que alguien me cogía de la mano, que me daba fuerzas para salir... Era como estar en a varios metros bajo el agua y poder reemprender el camino a la superficie...
Abrí los ojos pesadamente y ante la atónita mirada de mi madre, sólo pude balbucear: "Mamá, ¿Qué día es hoy?
FIN
En su lugar había un joven postrado en esa cama. Estaba lleno de morados y contusiones. Su torso y sus brazos estaban recubiertos por vendas que ocultaban lo que parecían heridas más graves. En su cara, un tubo enorme facilitaba su respiración y, a su lado, había máquinas que le regalaban un hálito de vida más. Estaba al borde de la muerte.
No pude reprimir mis ganas de gritar. Las lágrimas salían a borbotones de mis ojos mientras me acercaba hacia la cama. No podía dar crédito a lo que veían mis ojos. Ese joven era yo.
Entonces recordé. Era miércoles, y justo cuando iba a casa, ocurrió. Recuerdo los faros de coche que se avalanzaba hacia a mí, ese segundo de falta de reacción y la incapacidad de hacerme hacia un lado. Recordé el dolor de nuevo, de cómo mis huesos se rompían y mi cabeza chocaba contra el pavimento. Ahora recordaba la ambulancia, y esa enfermera rubia que me practicaba los primeros auxilios... Así que era eso... El puzzle había vuelto a encajar, y finalmente me había reencontrado conmigo mismo. Había visto mi vida entera pasar en estos días.. De repente, me sentí muy cansado. Me cogí la mano, y cerré los ojos...
Oía a mi madre llamarme incansablemente por mi nombre, y noté que alguien me cogía de la mano, que me daba fuerzas para salir... Era como estar en a varios metros bajo el agua y poder reemprender el camino a la superficie...
Abrí los ojos pesadamente y ante la atónita mirada de mi madre, sólo pude balbucear: "Mamá, ¿Qué día es hoy?
FIN
Vuelta al reloj (VIII)
Nada más despertarme, ya sabía que hoy sería el último miércoles. Para bien o para mal, todo se terminaría. Mi cuerpo apenas respondía a lo que le pedía. Era como si me hubieran dado una paliza la noche anterior. Veía borroso y un terrible dolor de cabeza me daba los buenos días, como una dura resaca de cinco noches inundadas de alcohol. Estaba claro que el plazo estaba ya por agotarse, y parecía que de mis cinco días, alguien se había robado uno por el camino.
A pesar de mi situación física tan al borde del abismo, mi mente se encontraba lúcida y tranquila, como si las acciones de los días anteriores realmente me estuvieran acercando finalmente a mi meta. Todavía tenía esperanza de que podía escapar de esta realidad que parecía hacerse pedazos.
Sin moverme de la cama, pensé en estos días, donde había reconectado con toda mi vida. Mi niñez, mi familia, mis amigos, mis amores, los lugares que solía frecuentar... Había vuelto a los lugares que más significaban para mí, y eso hacía que realmente me sintiera en paz. Sentía que faltaba poco para liberarme, sólo un candado más me tenía retenido a esta realidad, una espina clavada que no tenía del todo identificada... Y entonces caí.
A duras penas, conseguí ponerme en pie. Tuve una auténtica batalla conmigo mismo por vestirme y asearme con algo de dignidad. Estaba claro que no estaba en condiciones de coger el coche puesto que lo más probable es que consiguiese atraer a la muerte antes de tiempo, y aun me quedaba por jugar mi última carta. Salí a la calle y llamé a un taxi.
- Al hospital, por favor
Me di cuenta de que había visto, de alguna forma u otra, a todas las personas que han significado para mí en todos estos años, pero me faltaba una sola, que ya no se hallaba en este mundo. Mi abuela, que hace tantos años había fallecido, no aparecía en todos esos recuerdos que había vuelto a recrear. Ella había sido muy especial para mí, y es la que me ayudaría a completar el puzzle, ella era la última pieza del rompecabezas de mi vida. La necesitaba para reencontrarme conmigo mismo.
En el cementerio no existía una lápida en su nombre, y ya la casa donde ella vivió no existía como tal. Por eso, el único sitio en el que podía reconectar con ella era en el hospital, donde pasó sus últimos meses de vida, donde la acompañé durante todas las horas que hicieron falta para hacerla feliz. Tal y como funcionó con mis amigos, con los que reconecté con todos desde la playa, pensé que sería posible hacer lo mismo con mi abuela. No tenía demasiada lógica, pero dejaba que mi corazón decidiera. Siempre he sido una persona muy emocional, y esperaba que mis instintos no me fallaran esta vez.
Sin detenerme un instante, fui hacia esa habitación. Esa habitación en al que hubo un tiempo en que podía ir hasta con los ojos cerrados. Fui sin que las enfermeras o los médicos pudieran detenerme. Corrí malamente, intentando ignorar el dolor que sentía en mi cuerpo hasta la puerta 502. La puerta estaba abierta.. y entré....
Fue entonces cuando me reencontré conmigo mismo, aunque no de la forma que yo creía.
Fue entonces cuando me reencontré conmigo mismo, aunque no de la forma que yo creía.
lunes, 17 de octubre de 2011
Vuelta al reloj (VII)
El día volvió a empezar... Ya sólo quedaban 3 días... quizás 2. Ni siquiera estaba seguro ya de nada. Notaba mi cuerpo más débil y me sentía mareado. Creo que era síntoma claro de que aquella extraña mujer tenía razón. Tenía un tiempo limitado.
A pesar de no haber visto a nadie ayer, sentía que ya había recuperado lo que necesitaba tanto de mi familia como de mis amigos, como si me hubiera quitado un peso de encima, así que descarté el ir a visitar a nadie más de mi entorno.
Una idea rondaba en mi cabeza, y aunque sabía que la respuesta no iba a estar ahí, decidí dejarme llevar por mis instintos. Cogí mi teléfono y busqué un número al que hacía un año que no llamaba. Mi ex.
De todas las relaciones que he tenido en mi vida, la última de todas fue la única que me marcó de verdad. A pesar de no haber acabado del todo bien y que el tiempo había cicatrizado las heridas en un tiempo récord, decidí llamar, y hacerle un hueco en lo que parecía un recopilatorio de mi vida.
Cuando escuché su voz al otro lado del teléfono, me puse muy nervioso, y sin saber muy bien qué decir, le saludé con timidez. Tras el intercambio de un par de frases superfluas que ambos sabían que no conducían a nada, me sorprendí a mí mismo proponiéndole una cita en mi casa, para ponernos al día y hablar de todo un poco. Después de tanto tiempo sin hablarnos, se le notaba extrañeza de recibir mi llamada, pero debió notar mi tono de desesperación y mi insistencia por vernos hoy, ya que finalmente accedió a vernos por la tarde.
Mientras tanto, decidí ir a otros sitios signficativos en mi vida, como el instituto, la universidad y el sur donde tantos momentos especiales había vivido. En todos esos sitios, mi cuerpo se iba llenando de recuerdos, de sensaciones olvidadas hacía ya mucho tiempo. Me sentí flotar, como si me librase de las cadenas de este mundo y pronto pudiera ser libre.
Volví justo a tiempo de ejercer de buen anfitrión. Llegó puntual, como siempre, y empezamos a charlar de todo un poco. Demasiadas banalidades que le tenían demasiado confuso sobre el motivo de quedar con tanta urgencia, y así me lo hizo saber.
Así que mi respuesta, sin ser demasiado explícita sobre el verdadero motivo fue: "Necesitaba verte". Aquellas frase tan ambigua, despertó en ambos un resorte que no dio pie a muchas más palabras. El silencio se convirtió en un preludio de lo que sería un recuerdo de los viejos tiempos.
De la sala pasamos apasionadamente al dormitorio, y allí de nuevo mi mente volvió a mostrarme imágenes de aquellos tiempos donde el amor fue lo más importante en mi vida. La primera cita, las escapadas de fin de semana, los besos, los "te quiero", las peleas que minaban nuestra relación, los momentos de duda sobre el futuro que tomaría aquello, los desacertados regalos de Navidad, el viaje a Andorra.... y los innumerables momentos de silencio compartido donde, como hacía cinco minutos, las palabras no eran neceesarias para que dos personas se entendiesen.
Cuando abrí los ojos, estaba solo en la cama, como si nada hubiera pasado. En el marco de la puerta estaba ella otra vez...mirándome con cara triste. "Pero, y dónde estaba...". La joven rubia interrumpió mis cavilaciones y posó su mano suavemente sobre mi frente, "Descansa" me decía con su voz dulce. Me sentía tan agotado, sin capaz de entender este mundo de locos, que no pude sino hacerle caso y dormir...
A pesar de no haber visto a nadie ayer, sentía que ya había recuperado lo que necesitaba tanto de mi familia como de mis amigos, como si me hubiera quitado un peso de encima, así que descarté el ir a visitar a nadie más de mi entorno.
Una idea rondaba en mi cabeza, y aunque sabía que la respuesta no iba a estar ahí, decidí dejarme llevar por mis instintos. Cogí mi teléfono y busqué un número al que hacía un año que no llamaba. Mi ex.
De todas las relaciones que he tenido en mi vida, la última de todas fue la única que me marcó de verdad. A pesar de no haber acabado del todo bien y que el tiempo había cicatrizado las heridas en un tiempo récord, decidí llamar, y hacerle un hueco en lo que parecía un recopilatorio de mi vida.
Cuando escuché su voz al otro lado del teléfono, me puse muy nervioso, y sin saber muy bien qué decir, le saludé con timidez. Tras el intercambio de un par de frases superfluas que ambos sabían que no conducían a nada, me sorprendí a mí mismo proponiéndole una cita en mi casa, para ponernos al día y hablar de todo un poco. Después de tanto tiempo sin hablarnos, se le notaba extrañeza de recibir mi llamada, pero debió notar mi tono de desesperación y mi insistencia por vernos hoy, ya que finalmente accedió a vernos por la tarde.
Mientras tanto, decidí ir a otros sitios signficativos en mi vida, como el instituto, la universidad y el sur donde tantos momentos especiales había vivido. En todos esos sitios, mi cuerpo se iba llenando de recuerdos, de sensaciones olvidadas hacía ya mucho tiempo. Me sentí flotar, como si me librase de las cadenas de este mundo y pronto pudiera ser libre.
Volví justo a tiempo de ejercer de buen anfitrión. Llegó puntual, como siempre, y empezamos a charlar de todo un poco. Demasiadas banalidades que le tenían demasiado confuso sobre el motivo de quedar con tanta urgencia, y así me lo hizo saber.
Así que mi respuesta, sin ser demasiado explícita sobre el verdadero motivo fue: "Necesitaba verte". Aquellas frase tan ambigua, despertó en ambos un resorte que no dio pie a muchas más palabras. El silencio se convirtió en un preludio de lo que sería un recuerdo de los viejos tiempos.
De la sala pasamos apasionadamente al dormitorio, y allí de nuevo mi mente volvió a mostrarme imágenes de aquellos tiempos donde el amor fue lo más importante en mi vida. La primera cita, las escapadas de fin de semana, los besos, los "te quiero", las peleas que minaban nuestra relación, los momentos de duda sobre el futuro que tomaría aquello, los desacertados regalos de Navidad, el viaje a Andorra.... y los innumerables momentos de silencio compartido donde, como hacía cinco minutos, las palabras no eran neceesarias para que dos personas se entendiesen.
Cuando abrí los ojos, estaba solo en la cama, como si nada hubiera pasado. En el marco de la puerta estaba ella otra vez...mirándome con cara triste. "Pero, y dónde estaba...". La joven rubia interrumpió mis cavilaciones y posó su mano suavemente sobre mi frente, "Descansa" me decía con su voz dulce. Me sentía tan agotado, sin capaz de entender este mundo de locos, que no pude sino hacerle caso y dormir...
Vuelta al reloj (VI)
Todavía aturdido, abandoné la casa de mis padres en busca de mi nuevo destino, todavía quedaban algunas horas antes de que anocheciera. Había invertido demasiadas horas allí, pero pensaba que estaba tras la buena pista. Cogí el coche de nuevo y me dirigí a la playa.
Nada más llegar, me senté en la arena junto a la orilla, viendo las olas ir y venir. Empezaba el atardecer y el cielo se tornaba en un azul intenso, como metálico. Era lo que los fotógrafos llaman "la luz azul", que le da una magia especial a las fotos. Con esa luz, y con la playa casi desierta, me quedé pensando en toda "mi gente".
La playa era un lugar lleno de magia. Me recordaba a mis amigos. Con ellos había pasado tanto... Ellos son mi familia también, aunque no exista un lazo de sangre que nos uniera para mí daba igual. Yo siempre he pensado que la familia no se elige, pero los amigos son la familia que uno sí elige. Había sido muy afortunado con ambos.
Recordé las acampadas en la playa, bebiendo y haciéndonos confidencias, las peleas y las risas que pasamos, las tonterías del día a día... De nuevo empezó a fluir el pase de diapositivas, recordándome los últimos 15 años de amistades que han estado siempre conmigo, los momentos especiales, y esas caras que me han acompañado en cada momento, tantos los buenos como los malos. En mi cabeza vi cómo todos habíamos cambiado muchísimo, cada uno buscando sus propios objetivos... y sin embargo a todos nos unía un vínculo especial. La vida me ha mantenido a muchos amigos desde siempre, y me ha traído otros nuevos a los que quiero como si llevara con ellos desde que nací.
Las olas rompían incesantemente, y con su embrujo sentí cómo se me cerraban los párpados, dejándome llevar... Escuchaba la voz de mis amigos llamándome, pero sabía que no estaban aquí... Me sentía en paz... De reojo vi a Sonia a mi lado. Me pasó la mano por la cabeza, tranquilizándome, oía susurros que no llegué a entender... Y entonces, el día volvió a empezar...
Nada más llegar, me senté en la arena junto a la orilla, viendo las olas ir y venir. Empezaba el atardecer y el cielo se tornaba en un azul intenso, como metálico. Era lo que los fotógrafos llaman "la luz azul", que le da una magia especial a las fotos. Con esa luz, y con la playa casi desierta, me quedé pensando en toda "mi gente".
La playa era un lugar lleno de magia. Me recordaba a mis amigos. Con ellos había pasado tanto... Ellos son mi familia también, aunque no exista un lazo de sangre que nos uniera para mí daba igual. Yo siempre he pensado que la familia no se elige, pero los amigos son la familia que uno sí elige. Había sido muy afortunado con ambos.
Recordé las acampadas en la playa, bebiendo y haciéndonos confidencias, las peleas y las risas que pasamos, las tonterías del día a día... De nuevo empezó a fluir el pase de diapositivas, recordándome los últimos 15 años de amistades que han estado siempre conmigo, los momentos especiales, y esas caras que me han acompañado en cada momento, tantos los buenos como los malos. En mi cabeza vi cómo todos habíamos cambiado muchísimo, cada uno buscando sus propios objetivos... y sin embargo a todos nos unía un vínculo especial. La vida me ha mantenido a muchos amigos desde siempre, y me ha traído otros nuevos a los que quiero como si llevara con ellos desde que nací.
Las olas rompían incesantemente, y con su embrujo sentí cómo se me cerraban los párpados, dejándome llevar... Escuchaba la voz de mis amigos llamándome, pero sabía que no estaban aquí... Me sentía en paz... De reojo vi a Sonia a mi lado. Me pasó la mano por la cabeza, tranquilizándome, oía susurros que no llegué a entender... Y entonces, el día volvió a empezar...
domingo, 16 de octubre de 2011
Vuelta al reloj (V)
El miércoles volvió a amanecer, pero la sensación de pasotismo que me empezaba a invadir durante los días pasados se había esfumado por completo. La visita de Sonia había transformado esa sensación en urgencia e incertidumbre.
Durante el día anterior no había parado de pensar en lo que me había dicho: "que me encontrara a mí mismo aquí dentro" había dicho. Tras mucho pensar, y teniendo en cuenta la situación tan rara en la que me encontraba, decidí no descartar la opción de encontrarme literalmente conmigo mismo en esta realidad. Lo que estaba claro es que debía hacer algo, ya que según parecía esta situación tenía fecha de caducidad. "5 días" había dicho Sonia... ¿Quién sería ella?... En ningún momento dudé de que fuera real, puesto que su existencia implicaba que había una salida a todo esto. En cualquier caso, me autocorregí, ya sólo restaban cuatro días, así que no tenía tiempo que perder.
Me vestí y salí sin perder un segundo. Sabiendo que tenía el tiempo limitado, no estaba como para malgastar las horas que me quedaban. Ni siquiera llamé al trabajo para justificarme. No merecería la pena. Salí de casa, cogí el coche y empecé la ruta que me había planificado el día anterior.
Tras recobrarme del shock de la visita de Sonia, había empleado todo el día de ayer en decidir cómo iba a invertir estos cinco días para conseguir "Encontrarme a mí mismo". Para ello, había decidido visitar a aquellas personas que eran o fueron importantes en mi vida: Mi familia, mis amigos, exparejas... Puede ser que alguna de ellas pueda esclarecerme algo y me ayude a encontrarme. Como plan alternativo, visitaría todos los lugares importantes que habían sido relevantes en mi vida por alguna razón. De esta forma, pensaba que ya fuera metafórica o literalmente, conseguiría encontrarme. Había planeado hacer esa ruta a lo largo de mi vida en alrededor de 3 días, con tiempo suficiente para que, en caso de que nada de esto funcionara. Pudiera pensar nuevas ideas para poder salir de aquí.
Así pues, me dirigí a casa de mis padres. Aquí es donde nací, donde me crié y por tanto, un sitio significativo en mi vida. No tenía dudas de que ese era el primer lugar donde ir a buscar respuestas.
Cuando abrí la puerta de la casa, no se escuchaba ningún ruido en ella. Era ya la hora de comer, el momento neurálgico de la casa... y allí no había nadie. Era muy extraño. Se veía todo hueco, como si la casa hubiera perdido su alma. Pasé por el comedor, donde tantas comidas había compartido con mi familia, las peleas con mis hermanos... y tras recorrer toda la casa en busca de algo de vida, acabé en mi antiguo cuarto, y me tumbé sobre la cama que veló por mi sueño tantos años... Los recuerdos empezaron a aflorar... Como un pase de diapositivas, todos los momentos de que había vivido allí desfilaron ante mis ojos, que se enrojecían y dejaban escapar alguna que otra lágrima.
Veía a mis padres y las fiestas de cumpleaños, las riñas con mi hermano, que no paraba de hacerme rabiar, las cenas y almuerzos familiares que tanto detestaba y de los que era imposible escaquearme, las Navidades en casa, recuerdos de hacer el árbol con mi madre, o cuando ella me ayudaba a preparar la tarea para el cole. Miles y miles de recuerdos pasaron por mi cabeza que no cesaban de pasar. Tantos años comprimidos en esas imágenes...
¿A esto se refería Sonia a "encontrarse a sí mismo"? ¿Esta sensación de revivir mi pasado? ¿Iba por buen camino?... Mis pensamientos se interrumpieron con la voz de mi madre, que me llamaba. Abrí los ojos y me giré para encontrarla, pero allí no había nadie. Había sido producto de mi imaginación... pero parecía tan real... Cuando miré el reloj, me di cuenta de que me había pasado varias horas tumbado, puede ser que me quedase dormido sumergido entre los recuerdos.
Decidí que ya había hecho lo que tenía que hacer por aquí, y me fui al siguiente destino...
Cuando abrí la puerta de la casa, no se escuchaba ningún ruido en ella. Era ya la hora de comer, el momento neurálgico de la casa... y allí no había nadie. Era muy extraño. Se veía todo hueco, como si la casa hubiera perdido su alma. Pasé por el comedor, donde tantas comidas había compartido con mi familia, las peleas con mis hermanos... y tras recorrer toda la casa en busca de algo de vida, acabé en mi antiguo cuarto, y me tumbé sobre la cama que veló por mi sueño tantos años... Los recuerdos empezaron a aflorar... Como un pase de diapositivas, todos los momentos de que había vivido allí desfilaron ante mis ojos, que se enrojecían y dejaban escapar alguna que otra lágrima.
Veía a mis padres y las fiestas de cumpleaños, las riñas con mi hermano, que no paraba de hacerme rabiar, las cenas y almuerzos familiares que tanto detestaba y de los que era imposible escaquearme, las Navidades en casa, recuerdos de hacer el árbol con mi madre, o cuando ella me ayudaba a preparar la tarea para el cole. Miles y miles de recuerdos pasaron por mi cabeza que no cesaban de pasar. Tantos años comprimidos en esas imágenes...
¿A esto se refería Sonia a "encontrarse a sí mismo"? ¿Esta sensación de revivir mi pasado? ¿Iba por buen camino?... Mis pensamientos se interrumpieron con la voz de mi madre, que me llamaba. Abrí los ojos y me giré para encontrarla, pero allí no había nadie. Había sido producto de mi imaginación... pero parecía tan real... Cuando miré el reloj, me di cuenta de que me había pasado varias horas tumbado, puede ser que me quedase dormido sumergido entre los recuerdos.
Decidí que ya había hecho lo que tenía que hacer por aquí, y me fui al siguiente destino...
sábado, 15 de octubre de 2011
Vuelta al reloj (IV)
Esta mañana cuando me levanté, tuve la sensación de que todo era distinto. La luz que entraba por la ventana no era la misma que la de todos los días, la forma de moverse las cortinas, el aire de la mañana.. no lo sabía explicar, pero algo parecía haber cambiado. Por un momento pensé que había conseguido romper el bucle y por fin era jueves... pero el calendario me advertía sin inmutarse que me equivocaba.
Decidí que dejaría de ir al trabajo, así que volví a repetir la llamada para escaquearme. Estaba claro que si iba a estar encerrado en este día de por vida, al menos podía pasar del curro sin remordimientos... Después de todo, nadie lo iba a notar... Tras la llamada de rigor, me preparé tranquilamente el desayuno. Mientras untaba generosamente de mermelada mis tostadas, seguía pensando que hoy sería un día distinto...
Fue mientras fregaba los platos cuando mis sospechas se confirmaban. El timbre de la puerta había sonado. ¿Ya me había llegado la hora? ¿Tan pronto hoy? Decidí comprobar por la mirilla primero, no fuera que efectivamente mi muerte se hubiera adelantado 12 horas a su horario habitual.
A pesar de la poca visión que permite una mirilla, pude descubrir a una joven rubia esperaba al otro lado. De cara dulce y sonrisa misteriosa, aguardaba pacientemente a que le abriera la puerta. Nada de cuchillos, pistolas o cualquier otro tipo de arma para matarme. Así pues abrí la puerta...
- Hola, ¿Qué tal? ¿Puedo pasar?, dijo la joven.
- Ehm, Sí, pero ¿quién eres?, apenas pude balbucear
- Yo sé por lo que estás pasando, sentenció ella.
Aquella declaración me dejó en shock. Sin que le dijera nada, ella avanzó por la puerta y se metió en casa. Lo único que pude hacer fue seguirla a que tomara asiento. Ella se comportaba como si estuviera en su casa, como si aquel fuera su territorio y no el mío...
- Me llamo Sonia, y yo he estado donde tú estás ahora. Sin poder escapar, viendo como todo se reduce a un día sin fin, intentando lo imposible por poder salir de este lugar, pero tus esfuerzos parece que son en vano... al final uno se limita a esperar una luz al final del camino que te permita salir... Aunque no lo creas, yo he pasado por lo mismo que tú. Para poder salir de aquí, tienes que ser fuerte. Fuerte para poder abrir los ojos de par en par al mundo que te rodea. Debes encontrarte a tí mismo aquí dentro, una vez lo hagas, podrás despertar de esta pesadilla... Él me ha dicho que si en cinco días sigues sin abrir los ojos... se acabó.
Intentaba decirle algo, mover los labios para hablar con ella, pero me era imposible articular palabra, como si estuviera paralizado. Sus palabras me dejaron completamente en shock. Una lágrima comenzó a rodar por mi mejilla. Ella me la limpió, y continuó hablando:
- Pero yo creo en tí. Lo harás bien. Tienes que encontrarte. Sé que suena absurdo, pero cuando te reúnas contigo mismo, saldrás de todo esto. Más allá de estas cuatro paredes, está tu vida esperándote, tu familia, tus amigos, ¡Tu vida real! No te rindas, ¿Vale?
Un beep interrumpió sus palabras. Balbuceó un "Tengo que irme" y se fue. Llegó tal y como había venido, una desconocida. Sus palabras me aturdieron enormemente, y no pude parar de pensar en todo lo que había dicho esa tal.. Sonia... parecía entenderme tan bien... entendió la frustración que siento, este día maldito que se repetía... ¿Quién es "él", que me da cinco días de plazo? ¿cinco días para encontrarme a mí mismo o si no... se acabó? No entendía nada... Me dolía mucho la cabeza...
Me tomé una aspirina y me tumbé en la cama. Miraba al techo mientras pensaba en qué podría significar eso de "encontrarse a sí mismo". Hablaba metafóricamente... ¿No? Desgraciadamente, parece que no tenía demasiado tiempo para pensarlo. ¡Mierda! Si tanto quiere que salga de aquí, ¿Por qué no fue más clara? ¿Y por qué no pude decir nada? Sonia... ¿Quién eres? ¿Cómo voy a salir de esta?... ¿Qué es esto?... Las preguntas flotaban por la habitación... pero las respuestas no parecían estar escondidas en ningún cajón...
viernes, 14 de octubre de 2011
Vuelta al reloj (III)
Hoy, (miércoles otra vez) me he levantado con una determinación clara a cambiar mi suerte. He llamado al trabajo y he dicho que estoy enfermo y que no voy a poder ir. Tras escuchar a mi jefe quejarse de forma velada porque haya avisado con tan poco tiempo, le colgué aliviado. Por fin iba a vivir una situación distinta a lo que había conocido hasta ahora.
Decidí escapar... irme lejos de esta rutina maldita, esta broma del destino que no tiene explicación. Abrí mi ordenador y compré el primer vuelo que vi: Vuelo a Madrid a las 13.30. Miré el reloj, las 9.30. Tenía tiempo de sobra. Preparé un café y un buen desayuno a base de tostadas y me puse a ver la tele, viendo las noticias que ya sabía que pasarían: La bolsa sigue desplomándose, personas que pierden sus casas y manifestaciones que luchan por una vida más digna. Por primera vez desde que vivía encerrado en este miércoles, conseguí relajarme un poco, disfrutando de esa sensación de vivir una experiencia nueva, ignorante de mi futuro en las próximas horas.... Alivio.
Con el paso de las horas mi alivio se transformó en ansia. Ganas de salir de aquí, de escapar de esta realidad a un lugar donde el día no se condenase a repetirse... Hice una bolsa con ropa para una semana y cogí el coche. Me sentía tranquilo mientras conducía, esa sensación de libertad, de hacer lo que me apetece y poderoso de estar engañando al destino. Según me acercaba al aeropuerto, una mala sensación oscurecía mi estado de ánimo. Nubes negras como el carbón desafiaban mi plan perfecto... pero decidí llegar hasta el final...
Entré al aeropuerto y me dispuse a esperar. Miré el reloj: 12.00. Tenía tiempo de sobra allí todavía, pero una vez entré, ya me temí lo peor... Colas de gente en los mostradores, hombres cabreados con las azafatas de tierra y, lo que más alarma me creaba... un tablón de letras amarillas donde una palabra predominaba sobre él, parpadeando burlonamente y recordándome que no sería tan fácil burlar al destino. CANCELLED
Me acerqué apesadumbrado hacia los mostradores, resignado a encontrar la fatídica respuesta: Lo siento señor, de momento por problemas climatológicos, ningún vuelo saldrá por el momento del aeropuerto. Por favor, espere por si la situación mejorase.
Esperé 5 horas más, comiendo en la carísima cafetería del aeropuerto, observando a la gente y pensando sin sacar ninguna conclusión. El vuelo definitivamente ha sido cancelado y no parece que vaya a salir ningún avión hoy... Ahora me toca emprender la humillante vuelta a casa esperando el temido final... El destino me la ha vuelto a jugar...
Decidí escapar... irme lejos de esta rutina maldita, esta broma del destino que no tiene explicación. Abrí mi ordenador y compré el primer vuelo que vi: Vuelo a Madrid a las 13.30. Miré el reloj, las 9.30. Tenía tiempo de sobra. Preparé un café y un buen desayuno a base de tostadas y me puse a ver la tele, viendo las noticias que ya sabía que pasarían: La bolsa sigue desplomándose, personas que pierden sus casas y manifestaciones que luchan por una vida más digna. Por primera vez desde que vivía encerrado en este miércoles, conseguí relajarme un poco, disfrutando de esa sensación de vivir una experiencia nueva, ignorante de mi futuro en las próximas horas.... Alivio.
Con el paso de las horas mi alivio se transformó en ansia. Ganas de salir de aquí, de escapar de esta realidad a un lugar donde el día no se condenase a repetirse... Hice una bolsa con ropa para una semana y cogí el coche. Me sentía tranquilo mientras conducía, esa sensación de libertad, de hacer lo que me apetece y poderoso de estar engañando al destino. Según me acercaba al aeropuerto, una mala sensación oscurecía mi estado de ánimo. Nubes negras como el carbón desafiaban mi plan perfecto... pero decidí llegar hasta el final...
Entré al aeropuerto y me dispuse a esperar. Miré el reloj: 12.00. Tenía tiempo de sobra allí todavía, pero una vez entré, ya me temí lo peor... Colas de gente en los mostradores, hombres cabreados con las azafatas de tierra y, lo que más alarma me creaba... un tablón de letras amarillas donde una palabra predominaba sobre él, parpadeando burlonamente y recordándome que no sería tan fácil burlar al destino. CANCELLED
Me acerqué apesadumbrado hacia los mostradores, resignado a encontrar la fatídica respuesta: Lo siento señor, de momento por problemas climatológicos, ningún vuelo saldrá por el momento del aeropuerto. Por favor, espere por si la situación mejorase.
Esperé 5 horas más, comiendo en la carísima cafetería del aeropuerto, observando a la gente y pensando sin sacar ninguna conclusión. El vuelo definitivamente ha sido cancelado y no parece que vaya a salir ningún avión hoy... Ahora me toca emprender la humillante vuelta a casa esperando el temido final... El destino me la ha vuelto a jugar...
jueves, 13 de octubre de 2011
Vuelta al reloj (II)
¡Buenos días! La temperatura es de 28º y aunque estemos entrados en el Otoño, sigue haciendo un calor peor que el del pasado verano. Sigue siendo miércoles y sigue en pie la misma reunión de las 9.. Otra vez. No sé cuántas veces voy a tener q ir a la misma reunión, escuchando las mismas frases que ya me las sé de memoria, las cosas pendientes a hacer, esa presentación que hay que terminar.. diría que llevo meses trabajando en el mismo documento y siempre faltan por hacer las mismas cosas.... es frustrante...
Lo peor es estar encerrado solo en esto. Nadie se da cuenta de que este día no para repetirse una y otra vez. Por mucho que le confíe a las personas que más quiero lo que va a pasar, en cuanto vuelva a salir el sol, el día se habrá reseteado y las conversaciones nunca habrán ocurrido... Mientras que para todos el día empieza como una hoja en blanco por escribir, para mí es una hoja donde no hay más sitio seguir anotando.
Es una situación muy dura la que estoy viviendo. Nadie entiende las lágrimas que me salen de repente y por qué no me salen las palabras. Nadie sabe lo doloroso que es morir once veces. Bastante dolorosa fue la primera, como para haberlo sufrido 10 veces más. Un coche, un cuchillo... da igual...Siempre duele, y es imposible acostumbrarse a ese dolor. Igual que es imposible no sentir miedo ante la muerte... Ese momento en que todo se tiñe de rojo,... y el aire que se me escapa llevándose mi vida por segundos y sientes que todo se acaba, no puedes dejar de sentir que te vas... para volver al día siguiente como si no hubiera pasado nada.
Los primeros días me lo tomaba como un juego. Se han hecho algunas pelis sobre este fenómeno y la conclusión es que uno puede mejorar su relación con sus compañeros o en los fallos cometidos el primer día e intentar cambiar lo que al final es inevitable, pero nada parece dar resultado. Sobre todo porque el final siempre acaba llegando de forma dramática sobre mi vida, y se hace imposible ver quién es el que quiere acabar conmigo.
Ya me he cansado de este juego... Estoy cansado, de nuevo unas horas más y me tendré que enfrentar a lo inevitable... una vez más.
Lo peor es estar encerrado solo en esto. Nadie se da cuenta de que este día no para repetirse una y otra vez. Por mucho que le confíe a las personas que más quiero lo que va a pasar, en cuanto vuelva a salir el sol, el día se habrá reseteado y las conversaciones nunca habrán ocurrido... Mientras que para todos el día empieza como una hoja en blanco por escribir, para mí es una hoja donde no hay más sitio seguir anotando.
Es una situación muy dura la que estoy viviendo. Nadie entiende las lágrimas que me salen de repente y por qué no me salen las palabras. Nadie sabe lo doloroso que es morir once veces. Bastante dolorosa fue la primera, como para haberlo sufrido 10 veces más. Un coche, un cuchillo... da igual...Siempre duele, y es imposible acostumbrarse a ese dolor. Igual que es imposible no sentir miedo ante la muerte... Ese momento en que todo se tiñe de rojo,... y el aire que se me escapa llevándose mi vida por segundos y sientes que todo se acaba, no puedes dejar de sentir que te vas... para volver al día siguiente como si no hubiera pasado nada.
Ya me he cansado de este juego... Estoy cansado, de nuevo unas horas más y me tendré que enfrentar a lo inevitable... una vez más.
miércoles, 12 de octubre de 2011
Vuelta al reloj (I)
Definitivamente esta es una de esas historias de las que es imposible escapar, una batalla al destino contra la que ya he perdido mis fuerzas para intentar ganar... No sé si alguien será capaz de creerme pero vivo anclado en un bucle del que soy incapaz de salir, una ruleta que no para de girar y que ya estoy mareado de continuar...
Cada mañana me levanto de mi cama, y siempre arranco la misma hoja del calendario. No para de repetirse una y otra vez... Los sucesos cambian ligeramente pero siempre pasa lo mismo... Tengo reunión con mi jefe, almuerzo con mi familia, llega un paquete a la oficina, me llama un amigo para vernos el finde... y justo al final cuando el día está por acabar, alguien me mata.
No, no me he vuelto loco, alguien acaba matándome al final del día... y despierto de nuevo otra vez en el día de hoy.... y vuelta a empezar. Mil veces repetido este día, mil veces muerto. Por más que me esfuerce, nunca soy capaz de ver quién es mi agresor... no soy capaz de acordarme de su cara ni mucho menos entender sus motivaciones. ¿Por qué yo? ¿Hay alguien que me odie tanto como para querer arrebatarme la vida? ¿Y a qué viene el sadismo de tener que repetir este día una y otra vez?
Me siento como si estuviera jugando una partida al Cluedo donde todas las personas que me rodean son los posibles asesinos. Tirando los dados intentando escapar, pero nunca consigo entrar en casa para escapar al destino, y mi perseguidor siempre acaba dándome caza. He intentado averiguar el porqué de todo esto... pero nadie me ofrece respuestas... Puede que me esté volviendo loco, pero por mucho que me esfuerce... en unas horas alguien me clavará un cuchillo por la espalda, volveré a sentir ese dolor del que nunca me podré acostumbrar y volverá a ser miércoles... Otra vez...
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