martes, 2 de diciembre de 2008

La cara más oculta de la Luna

La luz y oscuridad. Las dos caras de una misma moneda. Sin luz, no hay oscuridad, y viceversa.
Un mundo sólo de luz, nos cegaría y no podríamos disfrutarlo en su plenitud. Un mundo de oscuridad, sería lúgubre y frío, y nos perderíamos en él.

Por eso, luz y oscuridad conviven en paz. Todos tenemos un lado malo, una parte de nosotros que muchas veces pensamos que no debería existir. Ponzoña y vergüenza de nuestro ser, es un trozo de la personalidad de cada uno. Unos lo tienen más anestesiado, encerrado en una cámara bajo nueve llaves, mientras que otros la sacan a pasear a diario.

Por mucho que la odiemos, siempre estará ahí, recordándonos que no somos tan buenos como creemos ser, ni dioses que dominen el mundo. De un golpe seco nos tumbará al suelo, tan sólo para recordarnos lo primitivos que somos, sucios y ruines por naturaleza. Muchas veces pensamos en cómo acabar con esa parte de la que nos avergonzamos, odiamos y al mismo tiempo no podemos dejar de sacar a relucir.

Simplemente, no se puede. Forma parte de nosotros, de nuestro yo interior. Es el demonio que se oculta bajo nuestra cama o entre los armarios, la oscuridad que nos nubla. Es parte de nuestro equilibrio: No puede existir la luz si no hay oscuridad. Son las dos caras de la misma moneda y nos toca vivir con ello.

En esta vida hemos de sacar lo mejor de nosotros en cada momento, y procurando que nuestra luz ilumine a los demás, haciéndonos felices. Cuando la parte oscura intente eclipsar nuestro mundo, sólo nos queda recordar que cuando el sol vuelva a salir de nuevo, brillará con más fuerza que nunca.

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