Cuanto más se vive, más se aprende. Cuanto más se experimenta, más se sabe. Se supone que los interrogantes que nos persiguen a lo largo de nuestros años se van desvaneciendo a lo largo del tiempo, como incógnitas que se despejan en una ecuación, quedando una X desnuda ante el resultado final.
Mi vida tiene muchas incógnitas, dudas e interrogantes. Muchos se han esfumado, pero hay algunos que permanecen tozudos en la pizarra y, por más que intento despejar y extrapolar, las reglas de tres y las raíces cuadradas no sirven para solucionar mis problemas. Día tras día busco respuestas detrás de los misterios, pero detrás de cada X, una nueva duda crece en la ecuación. Ni la pizarra más grande podría albergar la función ni la calculadora más avanzada podría resolver el sistema. ¿Por qué?...
La única solución que se me ocurre es olvidar. Mandarlo todo a la mierda y dejar de pensar, apagar la calculadora que tengo por cabeza y limitarme a vivir. A veces, y sólo a veces, la ignorancia es la llave de la felicidad. Por mucho que crezcan mis ansias de saber y conocer lo que ocurre en mi interior, muchas veces pienso que la solución es sacar al borrador a pasear por mi pizarra, hasta que las interrogaciones que hay en mi vida se conviertan, literalmente, en polvo de tiza.
Quién sabe... yo, desde luego NO.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario