Es muy complejo el mundo en el que vivimos. Cada vez somos más en esta Tierra que no para de dar vueltas y se hace más complicado encontrar ese lugar que nos corresponde. En este pequeño y curioso en el que nací, todos estamos de una forma u otra, conectados.
Lazos de sangre, de amistad o sociedad, amigos de amigos y conocidos de amigos, amigo del hermano o hijo del padre... Hilos, sogas cables y cadenas nos unen o atan a las personas con las que vivimos de los que es imposible escapar. Nylon quebradizo que nos acerca a esas personas de paso o que nada importan en nuestra vida, oxidados eslabones que nos asfixian impidiéndonos ser nosotros, sogas que nos atan y cables que nos conectan con los seres queridos.
En muchas ocasiones sentimos la necesidad de coger los alicates y cortar muchas de las cadenas para poder respirar, vivir sin ataduras y ser libre, pero es difícil. Cuando nos movemos, las gruesas cadenas de metal tintinean recordánonos el yugo de una sociedad, una familia o una obligación impuesta. El día que reunamos el suficiente valor, seremos capaces de cortarlas, siendo las cicatrices el recuerdo de que una vez fuimos prisioneros de un delito que jamás cometimos.
Cuando aprendemos a vivir con lo que somos, con lo que tenemos, buscamos nuevos lazos a los que estrecharnos. Nos acordonamos con aquellos que queremos tener al lado en nuestras vidas, conectamos con gente que no queremos dejar escapar... Amigos, novios o personas importantes. Todos queremos librarnos de nuestras cadenas, pero nadie quiere vivir solo.
Vivir sin cadenas, formar lazos y atarnos a aquellos que queremos...
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