sábado, 16 de agosto de 2008

Una vida de prestados


A veces olvidamos que estamos de prestados en esta vida, que nuestros minutos están milimétricamente cronometrados, cayendo lenta y constantemente de un reloj de arena, y que la fuente de la eterna juventud no detendrá su paso. Las agujas del reloj seguirán corriendo sin esperar por nadie.

Esos minutos que pierdes en una cola, o esa hora escuchando historias de gente que no te interesa. Ese tiempo jamás volverá, nadie lo ingresará de vuelta en tu cuenta. El tiempo seguirá caminando sin escuchar lamentos ni quejas, no verá el dolor de tu alma por esos años perdidos de andar vagando por el mundo sin saber qué hacer.

Sólo cuando sabemos lo cerca que estamos del fin es cuando nos damos cuenta de lo mucho que pudimos hacer pero jamás hicimos. Nunca fuimos suficientemente valientes para volar más allá de la norma establecida, no aprovechamos la oportunidad en aquel momento en que pudimos. Si pensamos fríamente un segundo, los “y si…” asaltan nuestra mente. Tantas cosas que pudimos haber hecho, tantos caminos diferentes al que tomamos y demasiados deseos sin cumplir. Es demasiado tarde ya, porque nuestro cuerpo tiene fecha de caducidad, y no existe eternidad en un mundo que corre a esta velocidad.

Bájate del mundo un rato. Sé la Luna que observa desde lejos sola en el espacio cómo rota la Tierra: analiza las verdades que mienten a medias, la fe que se alimenta del dinero, contempla una sociedad llena de precios, marcas y burbujas de ilusión. ¿Qué es lo que queda una vez el mundo se detiene? Cuando llega la noche, todas esas luces de supuesta felicidad se funden, y sólo queda la terrible realidad. El maquillaje acaba cayendo, el envoltorio en la papelera y el tiempo sigue su camino.

Si supieses exactamente el número de horas que te quedan en este mundo… ¿Qué harías? Probablemente un ángel y un demonio se posarían en tus hombros para aconsejarte: el demonio tentaría a hacer todo aquello que siempre quisiste hacer, pero el miedo a las consecuencias futuras siempre te frenó. ¿Matarías finalmente a tu jefe sabiendo que dos horas ya no estarás en este mundo? ¿Traicionarías a tu pareja simplemente por la frivolidad de tomar aquello que te apetece en el momento, sin importar los sentimientos ajenos? El ente alado te empujaría a estar con aquellos que te apoyan, a apreciar cada momento con ellos como si fuese el último. Atar cabos antes de hacer el viaje definitivo, para así descansar en paz.

Me imagino a todas las personas del mundo dándose cuenta de que sólo les queda una semana de vida. Me imagino sus hombros cargados con estos dos personajes, veo a muchos escogiendo la opción más diabólica, y el mundo se convertiría en un caos: frivolidad y lujuria sin límites… algo nunca visto en este mundo. En mi caso, yo lo tengo muy claro.

Hoy soy consciente que el mundo se marchita, quizás mañana se me olvide, o puede que ni siquiera esté aquí. Sólo sé que quiero vivir la vida que me apetece, sin pedir permiso por estornudar, sin sentirme culpable por ver el mundo como lo veo. Se acabaron los tiempos de frivolidad 24 horas, se acabó la cosecha de acciones insípidas.
Aquí concluyen mis pensamientos. Mi alma ha acallado a un nuevo demonio por una temporada. Un grito menos atormenta mi alma. Estoy más tranquilo… ¿Y tú? Mientras lees estas palabras, el río sigue fluyendo y tú te secas lentamente. ¿Estás aprovechando el tiempo?

No hay comentarios: