Nada permanece constante. Todo cambia mientras el tiempo pasa. Una semilla se convierte en árbol. El día en la noche. Nosotros no somos menos: Vivimos en una constante evolución, donde cada día es una nueva experiencia que nos hace distintos que ayer, distintos que mañana.
Un filósofo dijo una vez que “es imposible bañarse dos veces en el mismo río”, y creo que tiene razón. Las alegrías del ayer no son las mismas que las de hoy. Cuando éramos niños, cualquier cosa nos hacía feliz y reíamos sin preocupanos por nada. Hace un par de años, me lo pasaba en grande disfrutando de la compañía de mis amigos sin importarme nada más, pensando en un futuro que se avecinaba. Hoy, río cuando puedo, buscando pequeños momentos para olvidar las preocupaciones y sentirme feliz. Ahora necesito de muchas cosas para encontrar un buen equilibrio en mi vida. El mundo cambia, y nosotros con él.
Aquél que intenta permanecer igual a medida que pasan los años comete un error, porque vivir anclado al pasado no hace sino alejarte del mundo en el que vives, quedando irremediablemente a la deriva. La vida es cambio, y hay que evolucionar para tomar el rumbo que te corresponde, un camino que sólo puedes descubrir tú mirando la hoja de ruta.
No me culpes por cambiar, por no ser el Yo que una vez conociste. Hay mucho de esa persona en mí todavía, pero el viento sopla, y hay que arreglar las velas para coger el viento y seguir avanzando. Recuerda que lo que cambia es la forma del barco, pero no lo que hay en su interior...
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