Dicen que la vida es como una gran obra de teatro en el que todos somos actores que representamos nuestro papel. Todos somos los protagonistas de nuestra odisea, en el que los demás son los personajes que nos acompañan en nuestra aventura hacia el final.
¿Qué es lo que pasa cuando uno se siente actor secundario de la historia de otro? La suya propia se tiñe de sombras y desaparece en beneficio del otro. Quizás así se lleve el óscar a mejor actor de reparto, pero nunca será el protagonista de su historia y los focos nunca se iluminarán por él.
A veces me siento así, como si aquello que pertenece a mi mundo, y los logros que consigo se desvanecen, siendo importantes sólo para mí mismo. Si bien nunca he sido prepotente (odio la gente que se cree mejor que los demás), tampoco me ha gustado pasar desapercibido, y me gusta que la gente vea y reconozca mis logros y aspiraciones. Yo sé lo que soy, pero nunca está de más que el resto del mundo encienda su foco hacia ti de vez en cuando.
En esta vida a mi no me vale con un papel de actor de reparto. Yo nací para ser el actor principal de mi propia vida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario