Un corazón que hace tiempo dejó de suspirar. Esos ojos que una vez anhelaron ver la luz de la esperanza perdieron su brillo sin remedio. Los años de infructuosa búsqueda por encontrar el amor en un mundo lleno de horror y decadencia convirtieron al ser más bello de la creación en una fría estatua de piedra. Cansado de perseguir sus sueños, su tierna piel se convirtió en roca mientras que si fino pelo se endurecía tanto como lo hizo finalmente su corazón. Durante años esta escultura permanecía lejos de la civilización escondida en la profundidad de un inhóspito bosque. La Naturaleza y el Tiempo la envolvieron en un mosaico de maleza, ramas y hojas, ocultando todavía más la belleza que una vez fue.
A pesar de ello un hálito de esperanza aun brillaba tenuemente en su interior, esperando que aquel a quien anhelaba, ese quien se haría llamar su Guardian aparecería al fin para arroparlo en sus protectores brazos y cuidar de su frágil existencia hasta el último de los días. Pero el Destino parecía privarle de cumplir sus sueños, y nadie parecía llegar a buscarle.
Un día, las grises nubes se agruparon a admirar la aun visible belleza de la historia. Quizás conocedoras de su historia y su triste desenlace se agruparon hasta sumir en la oscuridad el bosque. la lluvia parecía llorar las desdichas que la triste esfigie no podía derramar. Días y noches sin cesar las gotas de agua caían como un torrente sobre toda la arboleda. La fuerte tormenta no paró de rugir y tronar hasta devolverle la dignidad al bello ángel, liberándole de sus ataduras y dejándola libre de las enredaderas que la envolvían.
El ángel, conmovido y admirado por la fuerza de las nubes empezó a despertar de su letargo. Incluso los días más grises pueden hacernos brillar. Ese hálito que brillaba de esperanza en su eterna e infructuosa espera se transformó en una semilla por encontrar su lugar en el mundo, por compartir su luz y cambiar las cosas, en lugar de esperar que el mundo se adaptara a sus sueños, al igual que la lluvia había movido los obstáculos para conseguir aquello que querían, él sería fuerza. La fuerza que movería al mundo.
Esa nueva determinación hizo que la sangre volviera a bombear su corazón dormido, y poco a poco la cáscara de piedra que lo envolvía empezó a caer. Sus músculos dormidos despertaban de su letargo y sus alas se volvieron a desplegar. Una brillante luz se alzó hacia el cielo, indicando al mundo que finalmente estaba listo para volver a luchar por sus sueños...
viernes, 16 de septiembre de 2016
jueves, 8 de septiembre de 2016
Acordes del Pasado
Dedos que rasgan la vieja guitarra, haciendo que la hueca madera resuene con las embrujadas melodías del sur. Ojos acostados en un rostro que han visto tanto como para que se le caiga el pelo, y a pesar de ello todavía persiste su mirada de niño que se maravilla con curiosidad y admiración del mundo desconocido que le rodea. Mente sencilla que solo sirve para memorizar canciones y corazón humilde escondido en su esculpido cuerpo decorado por innumerables tatuajes, que únicamente sabe sentir al máximo los acordes de su guitarra y amar hasta olvidar su nombre o el de los que una vez fueron sus pilares. Estos son los atributos de una persona que una vez fue alguien a que no sería capaz de perder.
Aun recuerdo las canciones compartidas y los cigarros en la ventana, cargados de humo y de confesiones. Noches de series o de creaciones culinarias, bromeando con abrir nuestro propio restaurante o de convertir mi casa en un hogar para los dos. Memorias de un pasado cercano en el calendario y al mismo tiempo tan lejano como que pertenece a una era distinta. Otros tiempos que ya no considero mejores sino simplemente buenos. Un pasado que no quiero olvidar pero al que tampoco me interesa volver que ahora se me antoja tan vacío como los marcos que todavía cuelgan de la pared.
Quizás el reloj de la pared vuelva a ponerse en marcha para retomar nuestra amistad o tal vez no. El destino y el tiempo son siempre inciertos. Caminos se separan y cuerdas de guitarra que se tensan. Mientras escribo estas líneas sin ningún tipo de rencor o enfado, en mi mente vuelven a sonar los acordes de tu canción y tu voz cantando sobre ellas, desvaneciéndose paulatinamente en el espacio...
Aun recuerdo las canciones compartidas y los cigarros en la ventana, cargados de humo y de confesiones. Noches de series o de creaciones culinarias, bromeando con abrir nuestro propio restaurante o de convertir mi casa en un hogar para los dos. Memorias de un pasado cercano en el calendario y al mismo tiempo tan lejano como que pertenece a una era distinta. Otros tiempos que ya no considero mejores sino simplemente buenos. Un pasado que no quiero olvidar pero al que tampoco me interesa volver que ahora se me antoja tan vacío como los marcos que todavía cuelgan de la pared.
Quizás el reloj de la pared vuelva a ponerse en marcha para retomar nuestra amistad o tal vez no. El destino y el tiempo son siempre inciertos. Caminos se separan y cuerdas de guitarra que se tensan. Mientras escribo estas líneas sin ningún tipo de rencor o enfado, en mi mente vuelven a sonar los acordes de tu canción y tu voz cantando sobre ellas, desvaneciéndose paulatinamente en el espacio...
martes, 30 de agosto de 2016
Mañanas con Cinco Sentidos
El sol de la mañana acariciaba suavemente mis párpados, que se abrían tímidamente ante el cálido saludo de sus rayos de sol. En un gesto casi rutinario, mis manos buscaban la complicidad de la piel ajena, pero mi cama albergaba la mitad de sus huéspedes habituales. El olor del café recién hecho entraba en mis fosas nasales, justificando el vacío de la cama.
Decidí levantarme en busca de un sorbo de esos labios que imaginaba ya con sabor de cappuchino siguiendo esta vez el leve tarareo de una tonada que me resultaba familiar. Mientras restregaba mis ojos intentando borrar el sueño de ellos mis pies notaban el frío del parquet con cada paso, que aun no se habían dado cuenta de que las horas de descanso ya llegaron a su fin.
En cuanto mis ojos finalmente estaban listos para ver, fue mi respiración la que decidió parar un segundo. Ahí estabas tú, distraída en tu rutina mañanera, vestida con tu pijama blanco y pantalón corto, con ese pelo recogido tan de faena que tan bien te sienta preparándote el desayuno. Natural, cotidiano y a la vez tan sensual... Creo que nunca me acostumbraré a que seas tan extremadamente sensual...
Debiste notarte observada, porque tus ojos se encontraron con los míos, y en tus labios formaron una amplia sonrisa que llenó la habitación. Viendo mi cara de estupefacción, me devolviste una mirada burlona y "buenos días", tal casual y trivial como lo sería cualquier domingo por la mañana. Me conformo con tan poco...
Y es que cada día es especial, cada momento cuenta, solo hay que vivirlo con los cinco sentidos... y hacer que cada día cuente.
Decidí levantarme en busca de un sorbo de esos labios que imaginaba ya con sabor de cappuchino siguiendo esta vez el leve tarareo de una tonada que me resultaba familiar. Mientras restregaba mis ojos intentando borrar el sueño de ellos mis pies notaban el frío del parquet con cada paso, que aun no se habían dado cuenta de que las horas de descanso ya llegaron a su fin.
En cuanto mis ojos finalmente estaban listos para ver, fue mi respiración la que decidió parar un segundo. Ahí estabas tú, distraída en tu rutina mañanera, vestida con tu pijama blanco y pantalón corto, con ese pelo recogido tan de faena que tan bien te sienta preparándote el desayuno. Natural, cotidiano y a la vez tan sensual... Creo que nunca me acostumbraré a que seas tan extremadamente sensual...
Debiste notarte observada, porque tus ojos se encontraron con los míos, y en tus labios formaron una amplia sonrisa que llenó la habitación. Viendo mi cara de estupefacción, me devolviste una mirada burlona y "buenos días", tal casual y trivial como lo sería cualquier domingo por la mañana. Me conformo con tan poco...
Y es que cada día es especial, cada momento cuenta, solo hay que vivirlo con los cinco sentidos... y hacer que cada día cuente.
jueves, 25 de agosto de 2016
El Daruma blanco
Varias leyendas corren acerca de esa misteriosa figura llamada Daruma. Proveniente de las lejanas tierras del Japón, este ídolo que adora muchas casas alrededor del mundo se inspiran en Bodhidaharma, un afamado budista proveniente de la India.
Las viejas leyendas cuentan que sus pasos le llevaron a China, donde permaneció nueve años meditando en el mismo lugar, en la misma roca. Su pasión y devoción le llevaron a arrancarse los párpados, para evitar que la somnolencia atacase sus sentidos. A su mente, clara en su objetivo, poco le importaron que sus brazos y piernas se secaran de la inmovilidad, o que su manto rojo prácticamente se convirtiera en su segunda piel mientras que su cara se poblaba incansablemente de vello, donde sus cejas y su barba se fundieron en una mata de pelo que le cubría el rostro. Bodhidharma, que así se llamaba este célebre monje, se convirtió en leyenda gracias a su motivación y su virtud incansable por perseguir aquello que buscaba.
Siglos más tarde, Bodhidharma se transformó en Daruma, el icono de aquellos que deciden confiar en él para perseguir sus sueños. Dicen que el rojo de su manto y una de las cuencas de sus ojos pintadas recuerdan al fiel que aun no ha cumplido aquello que tanto anhelaba y que aun queda para cumplir sus objetivos.
Mi Daruma viste desde principios de año con un manto blanco. El manto del equilibrio rezando porque por mucho que vuelen las olas sobre mi barca, mi rumbo seguirá firme y en su dirección. Bien es cierto que muchas olas han movido mi embarcación y que en algún momento reciente he sentido que daba vueltas en círculo alrededor de un estanque.
Hoy miro a mi Daruma blanco, aun tuerto de un ojo, y esbozo una sonrisa feliz, que me hacen pensar que antes de que la última hoja del calendario caiga por fin nos podremos mirar a los ojos.
Las viejas leyendas cuentan que sus pasos le llevaron a China, donde permaneció nueve años meditando en el mismo lugar, en la misma roca. Su pasión y devoción le llevaron a arrancarse los párpados, para evitar que la somnolencia atacase sus sentidos. A su mente, clara en su objetivo, poco le importaron que sus brazos y piernas se secaran de la inmovilidad, o que su manto rojo prácticamente se convirtiera en su segunda piel mientras que su cara se poblaba incansablemente de vello, donde sus cejas y su barba se fundieron en una mata de pelo que le cubría el rostro. Bodhidharma, que así se llamaba este célebre monje, se convirtió en leyenda gracias a su motivación y su virtud incansable por perseguir aquello que buscaba.
Siglos más tarde, Bodhidharma se transformó en Daruma, el icono de aquellos que deciden confiar en él para perseguir sus sueños. Dicen que el rojo de su manto y una de las cuencas de sus ojos pintadas recuerdan al fiel que aun no ha cumplido aquello que tanto anhelaba y que aun queda para cumplir sus objetivos.
Mi Daruma viste desde principios de año con un manto blanco. El manto del equilibrio rezando porque por mucho que vuelen las olas sobre mi barca, mi rumbo seguirá firme y en su dirección. Bien es cierto que muchas olas han movido mi embarcación y que en algún momento reciente he sentido que daba vueltas en círculo alrededor de un estanque.
Hoy miro a mi Daruma blanco, aun tuerto de un ojo, y esbozo una sonrisa feliz, que me hacen pensar que antes de que la última hoja del calendario caiga por fin nos podremos mirar a los ojos.
jueves, 18 de agosto de 2016
Noventa metros
El día que nacemos se convierte en una fecha señalada. Cada año celebramos que nuestra historia se ha perpetuado un año más, deseando nuestros ojos puedan ver como otros doce meses pasan ante nuestros ojos. Nuestro gran triunfo es permanecer vivos y celebramos haber exhalado nuestra primera bocanada de aire... hasta que el último suspiro brota de nuestros pulmones para apagar como una vela nuestra vida. En esta visión de la vida, vemos como el tiempo conforma una línea desde el día uno hasta el último. Una especie de mecha que se prende el día que nacemos y va recorriendo ese hilo hasta que un día explota.
Hace una semana una mecha llegó a su fin. Noventa metros de historia, con una vida llena de logros, sacrificio y una gran familia a sus espaldas. Noventa metros de experiencias y aventuras, empezando por India, pasando por Marruecos y acabando en las idílicas Canarias. Una vida completa... ¿Pero habrá sido plena?
Nos separan algo menos de sesenta años, y pienso que yo no conocía realmente a mi abuelo y que quizás tampoco sentía nada por él. Mis ojos derramaron lágrimas en su funeral, pero eran por los hijos que deja huérfanos y perdidos tras años dirigiendo sus vidas, pero ninguna fue por él. Pienso que mis primos y hermanos sentían lo mismo... y ello me hace pensar que la vejez es muy cruel, y más lo somos los jóvenes.
Algún día la mecha por la que transcurre mi vida estará tan raída como lo estaba la de mi abuelo, y quiero pensar que mis nietos querrán disfrutar y estar conmigo antes de que estalle, que yo seré capaz de tenerlos cerca... Supongo que son necedades de jóvenes... y al final el tiempo acabará dictando quién tenía razón. Si mi abuelo o yo.
Hace una semana una mecha llegó a su fin. Noventa metros de historia, con una vida llena de logros, sacrificio y una gran familia a sus espaldas. Noventa metros de experiencias y aventuras, empezando por India, pasando por Marruecos y acabando en las idílicas Canarias. Una vida completa... ¿Pero habrá sido plena?
Nos separan algo menos de sesenta años, y pienso que yo no conocía realmente a mi abuelo y que quizás tampoco sentía nada por él. Mis ojos derramaron lágrimas en su funeral, pero eran por los hijos que deja huérfanos y perdidos tras años dirigiendo sus vidas, pero ninguna fue por él. Pienso que mis primos y hermanos sentían lo mismo... y ello me hace pensar que la vejez es muy cruel, y más lo somos los jóvenes.
Algún día la mecha por la que transcurre mi vida estará tan raída como lo estaba la de mi abuelo, y quiero pensar que mis nietos querrán disfrutar y estar conmigo antes de que estalle, que yo seré capaz de tenerlos cerca... Supongo que son necedades de jóvenes... y al final el tiempo acabará dictando quién tenía razón. Si mi abuelo o yo.
miércoles, 10 de agosto de 2016
El templo de los masones
Las ruedas del avión se posan con brusquedad sobre la tierra de mi niñez, mientras mi mente en medio del sueño y la ensoñación se trasladan a un edificio que aun hoy se erige a un par de calles de mi antiguo hogar. Este edificio no es otra cosa que un templo de los antiguos masones que se habían establecido en mi ciudad. Lejos de esconderse, este edificio s colocaba ufano al lado de la iglesia, compitiendo en columnas y majestuosidad con ella y coronada al más estilo griego con una fachada triangular, que para terminar de rematar un ojo abierto observaba a todo aquel que pasara a través de su campo de visión.
Creo que un edificio tan particular y extravagante, rompiendo con la estética de la pequeña calle escondida, no podía sino emanar un aire mágico y misterioso, un magnetismo que hacía que cada día que pasara por enfrente suyo no pudiera sino devolverle la mirada al pétreo ojo que todo lo ve. He de reconocer que han habido días en los que me quedaba mirando desde los barrotes que impedían la entrada con detenimiento el edificio, imaginando los ritos y celebraciones que se debían hacer allí. Siempre he fantaseado con que los masones que un día habitaron ese edificio eran en realidad magos, brujos y encantadores que en oscuros ritos convocaban poderes mágicos y ancestrales pasados de generación en generación.
En días como hoy, donde la desesperación y la oscuridad se comen mi alma a bocados, se me antoja tentador visitar de nuevo este edificio, atreviéndome a saltar los barrotes que me separan de la puerta y sorprender a la nueva generación de encantadores que han seguido con el negocio familiar. Así al fin, podría comprar el remedio a la infelicidad que me embarga... ¿El precio? Ya habrá tiempo de negociar...
Un toque en el hombro me saca de mis fantasías. Una señora que quiere sacar su maleta del avión me insta a que me dé prisa por salir. No puedo evitar estremecerme, uno de sus ojos.... es como si fuera de piedra, como si fuera el del templo de los masones... La señora sonríe ligeramente... y me guiña su ojo de mirada pétrea.
Creo que un edificio tan particular y extravagante, rompiendo con la estética de la pequeña calle escondida, no podía sino emanar un aire mágico y misterioso, un magnetismo que hacía que cada día que pasara por enfrente suyo no pudiera sino devolverle la mirada al pétreo ojo que todo lo ve. He de reconocer que han habido días en los que me quedaba mirando desde los barrotes que impedían la entrada con detenimiento el edificio, imaginando los ritos y celebraciones que se debían hacer allí. Siempre he fantaseado con que los masones que un día habitaron ese edificio eran en realidad magos, brujos y encantadores que en oscuros ritos convocaban poderes mágicos y ancestrales pasados de generación en generación.
En días como hoy, donde la desesperación y la oscuridad se comen mi alma a bocados, se me antoja tentador visitar de nuevo este edificio, atreviéndome a saltar los barrotes que me separan de la puerta y sorprender a la nueva generación de encantadores que han seguido con el negocio familiar. Así al fin, podría comprar el remedio a la infelicidad que me embarga... ¿El precio? Ya habrá tiempo de negociar...
Un toque en el hombro me saca de mis fantasías. Una señora que quiere sacar su maleta del avión me insta a que me dé prisa por salir. No puedo evitar estremecerme, uno de sus ojos.... es como si fuera de piedra, como si fuera el del templo de los masones... La señora sonríe ligeramente... y me guiña su ojo de mirada pétrea.
jueves, 21 de abril de 2016
Melancolía
El día menos pensado te la encuentras al llegar a casa. Sin invitación ni preaviso, la dama vestida de azul está sentada en el sofá tomando tímidamente un café pasando casi inadvertida su presencia. Su cara sigue pensativa mirando al infinito mientras que el aire que exhala va invadiendo la estancia. Todo se vuelve ligeramente más pesado. Tú sigues con tu rutina ignorándola mientras ella juega distraída con el mando de la televisión, cambiando de canal mientras tu fumas en la ventana.
Aunque evitas su mirada, notas como sus ojos te observan con curiosidad. Sin que te des cuenta te sientes más cansado, y notas tu cuerpo encorvarse como si de repente fueras consciente de que llevaras una gran carga a tus espaldas. Tus ojos se apagan y tu cabeza entra en letargo. Intentas pensar que todo sigue igual de bien que ayer y decides hacer la cena, distraerte con cualquier cosa mientras ella sigue inmutable en el sofá.
Algo te desvía del camino que llevabas y parece que no puedes hacer nada bien. Cortas torpemente las verduras y se te caen las cosas mientras intentas preparar la comida. Hoy la comida tiene un regusto amargo que te recuerda a ella. El pensamiento de que hoy no es tu día se cruza por la cabeza y decides darte una ducha para despejarte. El agua y el vapor sirven de evasión momentánea al influjo de la chica de azul, pero una vez sales del paréntesis tu cabeza vuelve a resetearse.
Te tumbas en la cama desnudo mirando a ninguna parte. Tu cuerpo reacciona solo y tus extremidades juntarse formando un ovillo. Notas el vacío dentro de ti y una sensación de caída a cámara lenta en las profundidades de tus pesadillas. Es entonces notas que ella se ha acostado a tu lado envolviéndote con suavidad. Su tacto frío y suave se convierte en parte de ti.
Melancolía, la marchita dama de la soledad yace a tu lado, y aunque sabes que no te conviene, no eres capaz de pedirle que se vaya. Vete... pero no me dejes solo...
lunes, 18 de abril de 2016
Feliz Cumpleaños... ¡Y que no pare la música!
En apenas unos minutos la Tierra habrá terminado su viaje alrededor del Sol una vez más desde que mis ojos vieron el mundo por primera vez. El agradable momento de recibir felicitaciones y soplar las velas se acerca. Ese día en el que te conviertes por obligación en el centro de atención, algo que personalmente no me desagrada en absoluto, ya está por llegar.
Y se hace inevitable previo a este día tan especial, hacer un pequeño paréntesis de reflexión donde hacer balance y pensar.
Hoy me miro al espejo y estoy orgulloso de la imagen que me devuelve. Veo una sonrisa reluciente por la que he luchado cada día por verla brillar así. Me siento feliz, porque creo no es fruto de la casualidad. Llegar hasta aquí es fruto del conjunto de promesas que me hice por cumplir sin dejarme doblegar y pelear por mis sueños.
Conseguí alejarme de ser el poeta que decide trabajar en un banco y me convertí en el artista que vive de sus cuadros que todos miran y admiran. Decidí ser esa persona que la gente quiere tener a su lado no por el dinero que tiene, sino por la honestidad de sus actos. Peleé por todas esas pequeñas y grandes locuras que pasaban por mi cabeza para hacerlas realidad. Y aunque han habido tropiezos en el camino, he conseguido llevar mi barco allá donde siempre quise que estuviera.
Pienso que si viajara al pasado y me reencontrara con mi yo de hace una o dos décadas no se podría creer todo lo que he hecho ni en lo que me he convertido. Realmente los sueños se hacen realidad.
Después de descompensar tanto la balanza con todo lo bueno que me ha pasado en mi vida y en los últimos años, es el momento de poner en el otro lado las cosas a mejorar o sobre las que debería trabajar... Pero sinceramente, no me apetece. Nos pasamos la vida pensando en cómo hacer más deporte, disfrutar más del tiempo libre para trabajar menos, mejorar nuestros hábitos, encontrar pareja y mil cosas más que se nos ocurren que empañamos todo lo bueno que hay a nuestro alrededor.
Hoy es un momento de celebrar, y al igual que día a día lucho y lucharé por mantener esa sonrisa, procuraré que cada año sea más brillante y no se caiga ningún diente por el camino. Hoy es un día de celebrar que ya sigo aquí, haciendo cada día mis sueños realidad rodeado de gente que me quiere y me apoya. ¿Se puede pedir algo más? Sí, que siga así y no pare la música.
Y se hace inevitable previo a este día tan especial, hacer un pequeño paréntesis de reflexión donde hacer balance y pensar.
Hoy me miro al espejo y estoy orgulloso de la imagen que me devuelve. Veo una sonrisa reluciente por la que he luchado cada día por verla brillar así. Me siento feliz, porque creo no es fruto de la casualidad. Llegar hasta aquí es fruto del conjunto de promesas que me hice por cumplir sin dejarme doblegar y pelear por mis sueños.
Conseguí alejarme de ser el poeta que decide trabajar en un banco y me convertí en el artista que vive de sus cuadros que todos miran y admiran. Decidí ser esa persona que la gente quiere tener a su lado no por el dinero que tiene, sino por la honestidad de sus actos. Peleé por todas esas pequeñas y grandes locuras que pasaban por mi cabeza para hacerlas realidad. Y aunque han habido tropiezos en el camino, he conseguido llevar mi barco allá donde siempre quise que estuviera.
Pienso que si viajara al pasado y me reencontrara con mi yo de hace una o dos décadas no se podría creer todo lo que he hecho ni en lo que me he convertido. Realmente los sueños se hacen realidad.
Después de descompensar tanto la balanza con todo lo bueno que me ha pasado en mi vida y en los últimos años, es el momento de poner en el otro lado las cosas a mejorar o sobre las que debería trabajar... Pero sinceramente, no me apetece. Nos pasamos la vida pensando en cómo hacer más deporte, disfrutar más del tiempo libre para trabajar menos, mejorar nuestros hábitos, encontrar pareja y mil cosas más que se nos ocurren que empañamos todo lo bueno que hay a nuestro alrededor.
Hoy es un momento de celebrar, y al igual que día a día lucho y lucharé por mantener esa sonrisa, procuraré que cada año sea más brillante y no se caiga ningún diente por el camino. Hoy es un día de celebrar que ya sigo aquí, haciendo cada día mis sueños realidad rodeado de gente que me quiere y me apoya. ¿Se puede pedir algo más? Sí, que siga así y no pare la música.
miércoles, 13 de abril de 2016
El príncipe de los peones
En el reino del tablero de ajedrez todos tienen muy claro
cuál es su función. Las reglas están más que claras y nada puede salirse de la
rigidez del mosaico bicolor: El alfil se pasea en diagonales mientras el
caballo salta de blancas a negras. La reina corre a lo largo y ancho del
tablero y su majestad se mueve paso a paso.
En este mundo cuadriculado existió una vez un peón con
ínfulas de ser alguien más. Aburrido de sus siete compañeros sin ambición, él
siempre pensó que la vida no podía limitarse a caminar pesadamente hacia
adelante esperando la muerte o el eterno olvido en el centro del tablero. Sabía
que estaba destinado a ser algo más que un mero sacrificio para la nobleza a la
que protegía y siempre le ninguneaban. Se autoproclamó “El príncipe de los
peones”
Con esa determinación que puede tener alguien que se hace llamar
“El príncipe de los peones”, era una pieza bastante particular y causaba extrañeza
y perplejidad entre el resto de sus camaradas. Él se sentía distinto a los
demás. Perfilado como un triste peón, él sabía que en su interior tenía algo
que le hacía especial.
Cada día arengaba a sus compañeros peones a ir hacia
adelante, a cruzar un cuadrado más rumbo al fin del mundo, a ese último
cuadrante que tan lejos se les hacía a ellos con triste capacidad de maniobra y
que la torre recorría en un suspiro. El pequeño príncipe necesitaba salir del
encierro en el que se sentía sometido para poder conseguir sus sueños. Las
piezas más nobles observaban con cierta diversión y desprecio los intentos de
este plebeyo que no era capaz de aceptar su propia realidad, y aprovechaban la
mínima oportunidad para burlarse de sus esfuerzos y forzaban todavía más su
sacrificio ante los rivales.
A pesar de no contar con el apoyo de sus compañeros y sufrir
las burlas de sus superiores él no era incapaz de tirar la toalla, y no
desistía en su esfuerzo por avanzar. “Algún día todos admirarán mi éxito”, se
decía cada día. Pero el tiempo pasaba avanzaba a la par que la frustración en
su interior.
Fue entonces cuando tras ser sacrificado por enésima vez
cuando se dio cuenta que este era un camino que no podía recorrer solo.
Necesitaba alinear al resto de peones y requería la ayuda de las piezas
mayores. Aquel era un juego que no podía ganar una única pieza.
Ganando la confianza de sus iguales y alineando a sus
protectores, diseñaron una estrategia conjunta que buscaba el bien común de
todos, donde poco a poco se introdujeron en las líneas enemigas protegiéndose
unos a otros. Batalla a batalla el alfil que siempre se había burlado de él, le
protegía de las hordas de enemigos. El príncipe avanzaba a la par que protegía
a su compañero el caballo, que a su vez bloqueaba a sus potenciales enemigos.
Y finalmente ocurrió. El peón tozudo alcanzó la última
casilla. Sus compañeros contenían la respiración sin saber qué ocurriría
después. Súbitamente el peón empezó a cambiar, convirtiéndose en una pieza
mayor. Definitivamente se había convertido en El Príncipe de los Peones. Ante
vítores y aplausos de sus compañeros y el sepulcral silencio de sus enemigos,
el Príncipe luchó ferozmente contra sus rivales, ayudando al equipo a derrocar
al rey invasor.
El Príncipe no lo podía creer. Lo había conseguido. Su
exterior reflejaba lo que siempre había visto en sí mismo cumpliendo así sus
sueños. Y es que aunque uno tenga unos sueños por los que luchar, la vida misma
es un juego de cooperación donde si nos ayudamos, conseguiremos hacer realidad
todo aquello que nos propongamos.
lunes, 11 de abril de 2016
Lo que predijo la gitana
"En mis manos estaba mi destino", decía mi gitana mientras sus callosas manos inspeccionaban las mías con dureza. Su voz brotó de repente de su interior como si no le perteneciera y sus palabras iban hilando la historia de mi vida leyendo los secretos escondidos en las líneas de mi piel.
El pasado y los cadáveres ocultos en los armarios se dejaban entrever en la incesante letanía de la vieja.. Mi corazón palpitaba, completando las medias verdades que salían de su boca con los secretos que escondían mi alma, uniéndose en el espejo que era mi ser mostrándome el presente de lo que soy yo ahora, o al menos el que yo podía ver.
Mis ojos se convirtieron en el termómetro de predicción de la gitana, que me observaba sin dejar de hablar, asegurándose por la dilatación de mis pupilas que sus palabras estaban calando en mi línea de flotación. Mis manos, asidas fuertemente por la mujer, temblaban temerosas de su arcano poder. Notaba como me perdía en sus palabras que iban componiendo mi presente con vaguedades y generalismos se convertían en el bálsamo necesario para calmar las negras heridas de mi alma.
Continuaba leyendo mi futuro presagiando la llegada de un gran amor. Uno de esos que son para siempre y para toda la vida mientras juntos nadábamos entre monedas de dinero y rodeados de felicidad; disfrutando de bellos momentos hasta llegar a la senectud. Aunque mi cabeza intentaba apagar el incendio de mi corazón inflamado por sus palabras, había predicho mi final feliz... Y aunque nada tenía sentido... Yo la creí.
El pasado y los cadáveres ocultos en los armarios se dejaban entrever en la incesante letanía de la vieja.. Mi corazón palpitaba, completando las medias verdades que salían de su boca con los secretos que escondían mi alma, uniéndose en el espejo que era mi ser mostrándome el presente de lo que soy yo ahora, o al menos el que yo podía ver.
Mis ojos se convirtieron en el termómetro de predicción de la gitana, que me observaba sin dejar de hablar, asegurándose por la dilatación de mis pupilas que sus palabras estaban calando en mi línea de flotación. Mis manos, asidas fuertemente por la mujer, temblaban temerosas de su arcano poder. Notaba como me perdía en sus palabras que iban componiendo mi presente con vaguedades y generalismos se convertían en el bálsamo necesario para calmar las negras heridas de mi alma.
Continuaba leyendo mi futuro presagiando la llegada de un gran amor. Uno de esos que son para siempre y para toda la vida mientras juntos nadábamos entre monedas de dinero y rodeados de felicidad; disfrutando de bellos momentos hasta llegar a la senectud. Aunque mi cabeza intentaba apagar el incendio de mi corazón inflamado por sus palabras, había predicho mi final feliz... Y aunque nada tenía sentido... Yo la creí.
domingo, 10 de abril de 2016
A cara o cruz
Mis dedos recorrían los granos de arena mientras mis pupilas se perdían entre los límites del mar y el cielo. El aire impregnado de salitre se metía suavemente en mi interior calmando los latidos de mi corazón. Mi mente, ya cansada de pensar, se toma unas vacaciones temporales volando con las gaviotas intentando olvidar que esta tranquilidad del domingo se convertirá de nuevo en frenesí. Era esta playa perdida el lugar que había escogido para tomar una decisión.
Cerraba los ojos mientras reflexionaba... Nos pasamos la vida tomando decisiones. Algunas cruciales como la carrera que queremos estudiar, otras tan nimias como la camisa que me pondré mañana. Y todas y cada una de ellas tienen algún tipo de repercusión en nuestras vidas. Escogiendo con más o menos precisión vamos creando una hoja de ruta que vamos recorriendo sin saber si hemos escogido la puerta correcta. Con el tiempo nos damos cuenta de que las experiencias que este camino nos ha ido planteando ya forman parte de nosotros, y nos han ido conformando en una persona determinada, para lo bueno y para lo malo. Un camino que, al fin y al cabo, hemos elegido nosotros.
Elegir no suele ser tarea fácil. No hay un manual de instrucciones para cada uno y docenas de voces a nuestro alrededor parecen saber mejor que nosotros qué es lo que necesitamos. Al principio las escuchabas más, pero el tiempo nos hace crecer en altura y sabiduría, aprendiendo a base de golpes que solo nosotros tenemos el poder de decidir. El poder de seguir el rumbo que marcamos nosotros, con lo que no podemos culpar a los demás de nuestras malas decisiones.
Ojalá fuera tan fácil como tirar una moneda al aire, o que realmente supiéramos cuál es el camino que mayor satisfacción nos reportará. Pero en eso se basa la magia de la vida, y nos tenemos que mojar para conseguir nuestros sueños. Así que solo nos queda aprender de lo vivido y saber cuál es tu rumbo. Sin miedos.
Mientras mis ojos se acomodaban de nuevo a la luz del sol una tenue sonrisa se perfilaba en mi cara. Ya había tomado mi decisión.
jueves, 17 de marzo de 2016
A la dulce luz de los móviles
Qué día tan especial es el de hoy. Es la cena de nuestro aniversario. No puedo evitar comentarlo con mis amigos por Whatsapp. "Qué nervios, qué emoción" mientras decoro con emoticonos el final de cada frase. Hoy vamos a un restaurante de postín. Venimos tan poco aquí que es necesario subir la foto de la fachada en Facebook y etiquetarnos. Después de todo, "si no lo compartes es como si no hubiera pasado".
Mientras esperamos a que nos atiendan miro el correo en mi móvil, no sea que alguien del trabajo me haya escrito durante las últimas horas. Una vez sentados y hablando de cosas banales llegan los platos. ¡Qué bien presentados! Necesito sacar una foto a estos platos para subirlos a Instagram. Y ya que tengo el móvil en la mano aprovecharé a ver cuántos likes lleva la foto en la que nos hemos etiquetado.
La comida transcurre con normalidad, disfrutamos de nuestras conversaciones amenizada por el sonido delas notificaciones del móvil. En ese momento en que la conversación decae un poco aprovecho para mirar qué ocurre en mi pequeño mundo virtual. Él decide ir al baño, y apenas se ha levantado y mi mano ha volado literalmente al bolsillo para compartir con mis amigos al otro lado del teléfono los pormenores de la cena.
Es el momento del postre y obviamente nos tenemos que sacar una foto, así que le pedimos al camarero que inmortalice este momento. Una vez hemos pagado llamo a un Hailo para que nos recoja. "Ha sido un día maravilloso y especial. Te quiero". Este mensaje seguro que conseguirá muchos likes. Mientras le doy a publicar me quedo dormido con una sonrisa en la boca.
Mientras esperamos a que nos atiendan miro el correo en mi móvil, no sea que alguien del trabajo me haya escrito durante las últimas horas. Una vez sentados y hablando de cosas banales llegan los platos. ¡Qué bien presentados! Necesito sacar una foto a estos platos para subirlos a Instagram. Y ya que tengo el móvil en la mano aprovecharé a ver cuántos likes lleva la foto en la que nos hemos etiquetado.
La comida transcurre con normalidad, disfrutamos de nuestras conversaciones amenizada por el sonido delas notificaciones del móvil. En ese momento en que la conversación decae un poco aprovecho para mirar qué ocurre en mi pequeño mundo virtual. Él decide ir al baño, y apenas se ha levantado y mi mano ha volado literalmente al bolsillo para compartir con mis amigos al otro lado del teléfono los pormenores de la cena.
Es el momento del postre y obviamente nos tenemos que sacar una foto, así que le pedimos al camarero que inmortalice este momento. Una vez hemos pagado llamo a un Hailo para que nos recoja. "Ha sido un día maravilloso y especial. Te quiero". Este mensaje seguro que conseguirá muchos likes. Mientras le doy a publicar me quedo dormido con una sonrisa en la boca.
La carrera a ninguna parte
Nos enseñaron a soñar alto, a perseguir siempre aquello que ansiábamos para hacer nuestra vida realidad. Casi desde pequeños empezamos esta carrera hacia ninguna parte, corriendo con una zanahoria delante como los caballos por cumplir los objetivos. Mejores notas, carrera, independencia, amor o un buen trabajo. Da igual el objetivo porque todo requiere esfuerzo, así que nos calzamos nuestro mejor calzado y empezamos a correr.
A veces a paso ligero, otras con más ganas, pero nunca paramos a repostar, no sea que ese trofeo que vemos allá al fondo siga adelante y nos deje completamente atrás. Además en esta carrera de locos no estamos solos y no podemos dejar que nadie nos adelante. Cada vez más ágiles y fuertes, el sudor de nuestra frente es la señal de nuestro esfuerzo. Nuestro corazón bombea más fuerte dándonos alas en los pies para volar hacia la meta. Nos sentimos jóvenes y fuertes, y que no hay objetivo que se nos resista. Vamos saltando vallas, sorteando obstáculos y en ocasiones zancadilleando a la gente de nuestro alrededor. Todo vale por seguir en la carrera hacia nuestros sueños.
Lo que a lo lejos parecía la meta y la satisfacción plena se convierte burlonamente en un punto de checkpoint. Ahora que hemos llegado donde queríamos esto parece no ser suficiente. Nunca lo es y no podemos parar. Debemos seguir para llegar a la meta de verdad. Un mayor reto, un mayor esfuerzo, pero también una copa más grande, rodeada de reconocimiento y de champán que no para de desbordar.
Corre y sigue corriendo, porque aunque ya no eres tan joven crees que tienes más claros tus objetivos. Corre y aprieta el paso. No dejes que nadie te pise y continua tu camino hacia tus sueños. Tras el arcoiris se encuentra el caldero de las monedas de oro y no podemos dejar que desaparezca... o se lo lleve otro.
La copa de oro ya no es suficiente, y queremos el caldero de monedas. Más tarde las monedas no eran tan doradas como pensábamos y queremos el cofre del tesoro. Pero el cofre finalmente estaba medio vacío así que necesitamos ir a por las joyas de la corona. Nunca es suficiente y la carrera no termina. Seguimos corriendo en la rueda del hamster a toda velocidad, intentando llegar más lejos para ser mejores sin darnos cuenta de que seguimos anclados en el mismo sitio.
Más viejos, más cansados e incansables por seguir corriendo. Que alguien pare esta rueda porque yo me quiero bajar.
miércoles, 16 de marzo de 2016
Impulso Creativo
Ocurre cuando menos te lo esperas. A veces trabajando, otras ocioso en casa y en ocasiones de camino a alguna parte. Tu cabeza, que generalmente vive aprisionada bajo el yugo del orden y del control, se libera con disimulo de sus cadenas y comienza sutilmente a formar nubes de ideas a medio terminar que empiezan a poblar el cielo de tu mente. Bajo este cielo encapotado es necesario obrar con sigilo, pues estas ideas a medio terminar son muy volátiles y sensibles a la mirada crítica, y a poco que se cuestionen o se fuercen desaparecen como pompas de jabón, quedando el recuerdo de algo que pudo haber sido.
Una vez hecho esa acercamiento silencioso típico del cazador que acecha a su presa, es el momento de concentrarse y dejar a que todo fluya. Apenas acariciando estas ideas con suavidad la maquinaria se enciende. De pronto, este humo difuso que puebla nuestra mente empieza a generar una corriente eléctrica de alto voltaje. Rayos de luz empiezan a unir unas nubes con otras, rebotando e iluminando la oscuridad de nuestro cerebro hasta que ya no puede dejar de brillar.
Entonces tu cuerpo ya ha dejado de ser tuyo. Tan solo viendo tus ojos en trance buscando con ansias algo para escribir es suficiente para diagnosticar los síntomas. Por tus venas ya no fluye sangre, sino creatividad en estado puro que hace que tus manos estén poseídas y no puedan parar de crear, liberando toda la energía en ese trozo de papel que tienes entre manos. Hablas rápido y sin sentido intentando explicarlo, pero tu cabeza va más rápido que el lento cuerpo en el que tus ideas se han reencarnado. Más color, más trazos, más texto, más atención. Tu nuevo mundo se reduce ese papel que da igual lo grande que sea, porque sentirás que no es suficiente para culminar todo tu torrente creativo.
Tras esos minutos de locura creativa, súbitamente recuperarás el sentido. Te sentirás fatigado, sudado y excitado. Notarás que tu corazón todavía cabalga muy rápido, como si hubieras corrido una maratón. Tu respiración tardará un poco más en normalizarse. Tu visión, en un principio borrosa y difusa, empezará a recuperarse de este momento tan intenso. Es entonces cuando llevas tu vista al papel y empiezas a asombrarte por aquello que has creado. No puedes creerlo, pero detrás de ese trazo febril y acelerado se encuentra algo de no eres capaz de entender que haya salido de tus manos. No puedes evitar sonreír y mirar al infinito: Una nueva idea ha nacido.
Una vez hecho esa acercamiento silencioso típico del cazador que acecha a su presa, es el momento de concentrarse y dejar a que todo fluya. Apenas acariciando estas ideas con suavidad la maquinaria se enciende. De pronto, este humo difuso que puebla nuestra mente empieza a generar una corriente eléctrica de alto voltaje. Rayos de luz empiezan a unir unas nubes con otras, rebotando e iluminando la oscuridad de nuestro cerebro hasta que ya no puede dejar de brillar.
Entonces tu cuerpo ya ha dejado de ser tuyo. Tan solo viendo tus ojos en trance buscando con ansias algo para escribir es suficiente para diagnosticar los síntomas. Por tus venas ya no fluye sangre, sino creatividad en estado puro que hace que tus manos estén poseídas y no puedan parar de crear, liberando toda la energía en ese trozo de papel que tienes entre manos. Hablas rápido y sin sentido intentando explicarlo, pero tu cabeza va más rápido que el lento cuerpo en el que tus ideas se han reencarnado. Más color, más trazos, más texto, más atención. Tu nuevo mundo se reduce ese papel que da igual lo grande que sea, porque sentirás que no es suficiente para culminar todo tu torrente creativo.
Tras esos minutos de locura creativa, súbitamente recuperarás el sentido. Te sentirás fatigado, sudado y excitado. Notarás que tu corazón todavía cabalga muy rápido, como si hubieras corrido una maratón. Tu respiración tardará un poco más en normalizarse. Tu visión, en un principio borrosa y difusa, empezará a recuperarse de este momento tan intenso. Es entonces cuando llevas tu vista al papel y empiezas a asombrarte por aquello que has creado. No puedes creerlo, pero detrás de ese trazo febril y acelerado se encuentra algo de no eres capaz de entender que haya salido de tus manos. No puedes evitar sonreír y mirar al infinito: Una nueva idea ha nacido.
domingo, 13 de marzo de 2016
Y nació el amor
Ahí estabas tú, descamisado y tirado en mi cama mirando al infinito mientras me apretabas con ternura hacia tu pecho. El silencio nos envolvía con suavidad arropándonos en este momento de intimidad. Mientras escuchaba el bombeo de tu corazón te observaba de reojo viendo como tus ojos no se despegaban su vista del techo y notando tu mente muy lejos de mí. Quizás flotando entre las estrellas que tus pupilas parecían observar. A pesar de notar el calor de tu pecho en mi cara me sentía excluido de ti y de ese plan que conjurabas con los cielos. No pude evitar estremecerme.
Fue esa corriente fría que sentía la que te sacó de tus ensoñaciones. Tus párpados se cerraron como quien cierra el libro que estaba leyendo y apretaste tu mano para hacerme sentir que estabas ahí. Lentamente tu cabeza se giraba hacia mí mientras tus ojos volvían a despertar, pero esta vez sentía que buscaban las estrellas en los míos. Tu mirada, cargada de tantas cosas indescifrables me descontrolaba y me ponía nervioso. Tanto era así que no pude evitar rehuirte para darte la espalda haciendo un pequeño amago de rencor por la previa exclusión.
Fue entonces cuando me abrazaste por detrás y el tiempo se paró. El silencio se desvanecía por el sonido de tu voz que entonaba una canción que jamás había escuchado. El aire que traía las notas de tus compases soplaba suavemente detrás de mis orejas, asegurándose de que aquel mensaje de amor llegara efectivamente a su destino. Cerraba los ojos para poder absorber cada uno de las notas que me estabas regalando. Aquella canción.. ¿Acaso era eso lo que consultabas con los cielos? No pude evitar sonreír. Mientras me girabas con suavidad para encontrar tus labios con los míos me daba cuenta que ya no tenía escapatoria. El amor me había alcanzado otra vez.
sábado, 12 de marzo de 2016
Un mundo de irrealidad
En una burbuja anclada en el Tiempo y el Espacio las leyes se emborronan para conformar un lienzo en blanco para la imaginación. El cielo cambia de color cada segundo y la lluvia solo aparece para dramatizar las secuencias que allí se relatan,. En este mundo de fantasía las alegrías se maximizan hasta más allá del absurdo mientras que el sufrimiento es efímero y solo es el preludio de un abrazo protector o de una sorpresa relativamente inesperada que cambia el azul por el amarillo.
Disfrutamos como un niños imaginándonos como un héroe protector de la galaxia, encontrándonos de bruces con un amor de esos que se dicen que son para toda la vida mientras el mundo aplaude nuestros logros en el ámbito profesional. Nada es demasiado irreal, cursi o imposible para las cosas que ocurren en nuestra pequeña burbuja donde siempre seremos guapos, las arrugas no mancillarán nuestro rostro y siempre tenemos la razón. ¡Cómo no disfrutar de un mundo que gira en torno nosotros!
Este oasis de irrealidad nos acompaña siempre agazapado en nuestra mente, esperando el momento oportuno para secuestrarnos y sacarnos de los problemas del día a día con la intención de imaginar y reinventar la realidad. En ocasiones apenas son unos minutos, otras son horas que se acaban uniendo en días, deleitándonos de nuestra realidad virtual.
Desgraciadamente ni el lugar más perfecto del mundo es perfecto. La arquitectura de sus edificios es una caricatura de la realidad, y los momentos que allá acontecen únicamente son equiparable a lo que nuestra imaginación puede abarcar, olvidando que por muy idílico que pueda ser este mundo no deja de ser una ficción.
Es aquí, en el asfalto de las calles donde se juega el verdadero partido. Aquí, donde los golpes que recibimos nos enseñan a esquivarlos y el sudor de nuestra frente sabe a nuestro esfuerzo, porque nada es comparable a sentir el roce de unos labios después de las dudas previas, o cuando nuestro corazón bombea tan deprisa que parece que se nos va a escapar. Por eso, que se escape el sudor por nuestros poros mientras follamos, que las agujetas nos perforen después del ejercicio y la rabia inunde nuestros sentidos tras perder el control, porque la vida es como es. Indomable, salvaje y superior a nosotros mismos.
Pero a pesar de todo, y por mucho que intentemos sintetizarla en nuestro mundo de irrealidad, nada es comparable a salir a la calle y arriesgarse.
Disfrutamos como un niños imaginándonos como un héroe protector de la galaxia, encontrándonos de bruces con un amor de esos que se dicen que son para toda la vida mientras el mundo aplaude nuestros logros en el ámbito profesional. Nada es demasiado irreal, cursi o imposible para las cosas que ocurren en nuestra pequeña burbuja donde siempre seremos guapos, las arrugas no mancillarán nuestro rostro y siempre tenemos la razón. ¡Cómo no disfrutar de un mundo que gira en torno nosotros!
Este oasis de irrealidad nos acompaña siempre agazapado en nuestra mente, esperando el momento oportuno para secuestrarnos y sacarnos de los problemas del día a día con la intención de imaginar y reinventar la realidad. En ocasiones apenas son unos minutos, otras son horas que se acaban uniendo en días, deleitándonos de nuestra realidad virtual.
Desgraciadamente ni el lugar más perfecto del mundo es perfecto. La arquitectura de sus edificios es una caricatura de la realidad, y los momentos que allá acontecen únicamente son equiparable a lo que nuestra imaginación puede abarcar, olvidando que por muy idílico que pueda ser este mundo no deja de ser una ficción.
Es aquí, en el asfalto de las calles donde se juega el verdadero partido. Aquí, donde los golpes que recibimos nos enseñan a esquivarlos y el sudor de nuestra frente sabe a nuestro esfuerzo, porque nada es comparable a sentir el roce de unos labios después de las dudas previas, o cuando nuestro corazón bombea tan deprisa que parece que se nos va a escapar. Por eso, que se escape el sudor por nuestros poros mientras follamos, que las agujetas nos perforen después del ejercicio y la rabia inunde nuestros sentidos tras perder el control, porque la vida es como es. Indomable, salvaje y superior a nosotros mismos.
Pero a pesar de todo, y por mucho que intentemos sintetizarla en nuestro mundo de irrealidad, nada es comparable a salir a la calle y arriesgarse.
lunes, 7 de marzo de 2016
Momentos
En la vida todo son momentos que solo duran un instante, mosaicos de sensaciones que como las golondrinas de Becquer ya no volverán. El tiempo, la luz, las personas a tu alrededor o el propio estado físico y mental confluyen en cada segundo para cristalizar toda esa miríada de factores en una de los millones de situaciones que tenemos cada día. Unos épicos, otros anodinos, pero todos ellos forman parte de un río que ya no podremos volver a cruzar.
El tiempo pasa inexorable mientras en el fino hilo de la vida vamos atesorando cada una de estas vivencias como cuentas de un collar. Y esto ocurre casi sin darnos cuenta porque forma parte de nuestra propia existencia.
Ese desayuno rápido antes de ir a trabajar de la semana pasada, las carcajadas con los compañeros mientras trabajábamos hasta tarde hace un mes, o ese momento húmedo bajo las sábanas que únicamente sucedió en nuestra imaginación cuando fantaseaba fugazmente con el chico que iba en el autobús ayer. Son pequeños momentos que conforman nuestro día a día y que sin darnos cuenta conforman las acciones que ocurrirán mañana.. o quizás en un año o dos.
Sabemos demasiado poco de la vida porque estamos demasiado metidos en ella. Tomamos poco en serio los pequeños momentos esperando a que ocurran los grandes y perseguimos con poca frecuencia las oportunidades de hacer algo grande porque vivimos enfrascados en las pequeñas cuentas del día a día sin levantar la vista del ordenador.
Momentos que construyen una vida. Momentos absurdos, divertidos o anodinos. Con más o menos glamour son las piedras en las que se cimenta nuestra existencia. El día que las perdamos dejaremos de ser nosotros mismos.. y qué poco los valoramos.
La vida sigue su baile con el tiempo sin darnos cuenta que este se acaba y que este collar que vamos construyendo algún día se quedará sin hueco para una nueva cuenta. La vida son momentos y nunca sabremos cuándo es el último. ¿Tienes un momento?
El tiempo pasa inexorable mientras en el fino hilo de la vida vamos atesorando cada una de estas vivencias como cuentas de un collar. Y esto ocurre casi sin darnos cuenta porque forma parte de nuestra propia existencia.
Ese desayuno rápido antes de ir a trabajar de la semana pasada, las carcajadas con los compañeros mientras trabajábamos hasta tarde hace un mes, o ese momento húmedo bajo las sábanas que únicamente sucedió en nuestra imaginación cuando fantaseaba fugazmente con el chico que iba en el autobús ayer. Son pequeños momentos que conforman nuestro día a día y que sin darnos cuenta conforman las acciones que ocurrirán mañana.. o quizás en un año o dos.
Sabemos demasiado poco de la vida porque estamos demasiado metidos en ella. Tomamos poco en serio los pequeños momentos esperando a que ocurran los grandes y perseguimos con poca frecuencia las oportunidades de hacer algo grande porque vivimos enfrascados en las pequeñas cuentas del día a día sin levantar la vista del ordenador.
Momentos que construyen una vida. Momentos absurdos, divertidos o anodinos. Con más o menos glamour son las piedras en las que se cimenta nuestra existencia. El día que las perdamos dejaremos de ser nosotros mismos.. y qué poco los valoramos.
La vida sigue su baile con el tiempo sin darnos cuenta que este se acaba y que este collar que vamos construyendo algún día se quedará sin hueco para una nueva cuenta. La vida son momentos y nunca sabremos cuándo es el último. ¿Tienes un momento?
domingo, 28 de febrero de 2016
Detrás del escaparate
Llenos de luces y de color, los maniquíes posan sonrientes mostrando su mejor cara. Rodeados de serpentinas y objetos extravagantes muestran una vida de ensueño que parece una utopía para la gente de a pie, que se limitan a apoyar sus caras tras el cristal para intentar escudriñar qué es lo que hay detrás, cuáles son los secreto que esconden sus cuerpos tan bien formados para intentar aplicarlos a sus vidas.
Las calles brillan con la luz que desprenden mientras demuestran al mundo que los sueños más grandes e imposibles están al alcance de unos pocos de los mortales, aunque a simple vista pareciera que todo es tan fácil como salir al mundo y hacerlos realidad. Cada uno de estos escaparates muestra una historia diferente, pero todos ellos mantienen la misma esencia: La culminación del éxito en todas sus facetas: Tenemos a "la familia feliz", que se abrazan felices por haber encontrado el amor verdadero, viviendo en su casa de ensueño rodeada de muebles de diseño. Por otro lado tenemos al "eterno aventurero" que, rodeado de las fotos más increíbles vive rodeado de trofeos y souvenirs con una mirada triunfal sobre el globo terráqueo que adorna su salón. Y por supuesto tampoco olvidemos al "Lobo de Wall Street", que vive en una casa empapelada con billetes ganados gracias a su insuperable éxito profesional mientras toma un martini con sus amigos en una eterna bacanal de alcohol, sexo y música que nunca tiene fin.
Pero cuando las luces se apagan y ya nadie mira los maniquíes muestran una cara desconocida para su tan querido público. "La Familia Feliz" está frustrada porque mientras "papá maniquí" se junta con el mundo de las drogas y la prostitución, "mamá maniquí" vive hastiada de su vida sin sentido, preguntándose en qué momento todo aquello que soñaba dejó de importarle. "El Aventurero" juega abstraído con sus tesoros provenientes de los siete mares mientras asume tristemente que por muchos sellos en su pasaporte o las millas recorridas ningún souvenir podrá llenar el vacío de su soledad. "El Lobo", ojeroso por las continuas resacas, se despierta cada mañana sintiendo que la vida le abandona a cada sorbo, a cada polvo, y aunque intenta no pensarlo, hace años que todos los placeres de la vida ya no saben a nada.
Luces y sombras, lágrimas de maniquí que recorren el corazón de cada uno de ellos. Dolores profundos tras el plástico de su perfección superficial. Una vida para la galería y otra muy distinta para sí mismos. Fachadas que ocultan edificios en ruinas.
Tras pasarnos media vida vistiendo y decorando con mimo nuestro escaparate para mostrarlo al mundo empezamos a temer enfrentarnos a la oscuridad de la trastienda, y nos cuesta aceptar que esa parte oculta también forma parte de nosotros. Un escalofrío nos recorre el alma solo de pensarlo.
Afortunadamente esta sensación desaparece pronto. La luz de la mañana se alarga hasta tocar cálidamente el vidrio del escaparate, y todos los maniquíes vuelven a su posición inicial. Las lágrimas se secan y las ojeras desaparecen porque de nuevo es la hora de interpretar nuestro mejor papel. La familia se abraza mientras el lobo se sirve una nueva copa, El reloj ha vuelto a girar y las luces se encienden. Es hora de mostrar que, por supuesto, todos los sueños se hacen realidad.
Las calles brillan con la luz que desprenden mientras demuestran al mundo que los sueños más grandes e imposibles están al alcance de unos pocos de los mortales, aunque a simple vista pareciera que todo es tan fácil como salir al mundo y hacerlos realidad. Cada uno de estos escaparates muestra una historia diferente, pero todos ellos mantienen la misma esencia: La culminación del éxito en todas sus facetas: Tenemos a "la familia feliz", que se abrazan felices por haber encontrado el amor verdadero, viviendo en su casa de ensueño rodeada de muebles de diseño. Por otro lado tenemos al "eterno aventurero" que, rodeado de las fotos más increíbles vive rodeado de trofeos y souvenirs con una mirada triunfal sobre el globo terráqueo que adorna su salón. Y por supuesto tampoco olvidemos al "Lobo de Wall Street", que vive en una casa empapelada con billetes ganados gracias a su insuperable éxito profesional mientras toma un martini con sus amigos en una eterna bacanal de alcohol, sexo y música que nunca tiene fin.
Pero cuando las luces se apagan y ya nadie mira los maniquíes muestran una cara desconocida para su tan querido público. "La Familia Feliz" está frustrada porque mientras "papá maniquí" se junta con el mundo de las drogas y la prostitución, "mamá maniquí" vive hastiada de su vida sin sentido, preguntándose en qué momento todo aquello que soñaba dejó de importarle. "El Aventurero" juega abstraído con sus tesoros provenientes de los siete mares mientras asume tristemente que por muchos sellos en su pasaporte o las millas recorridas ningún souvenir podrá llenar el vacío de su soledad. "El Lobo", ojeroso por las continuas resacas, se despierta cada mañana sintiendo que la vida le abandona a cada sorbo, a cada polvo, y aunque intenta no pensarlo, hace años que todos los placeres de la vida ya no saben a nada.
Luces y sombras, lágrimas de maniquí que recorren el corazón de cada uno de ellos. Dolores profundos tras el plástico de su perfección superficial. Una vida para la galería y otra muy distinta para sí mismos. Fachadas que ocultan edificios en ruinas.
Tras pasarnos media vida vistiendo y decorando con mimo nuestro escaparate para mostrarlo al mundo empezamos a temer enfrentarnos a la oscuridad de la trastienda, y nos cuesta aceptar que esa parte oculta también forma parte de nosotros. Un escalofrío nos recorre el alma solo de pensarlo.
Afortunadamente esta sensación desaparece pronto. La luz de la mañana se alarga hasta tocar cálidamente el vidrio del escaparate, y todos los maniquíes vuelven a su posición inicial. Las lágrimas se secan y las ojeras desaparecen porque de nuevo es la hora de interpretar nuestro mejor papel. La familia se abraza mientras el lobo se sirve una nueva copa, El reloj ha vuelto a girar y las luces se encienden. Es hora de mostrar que, por supuesto, todos los sueños se hacen realidad.
sábado, 27 de febrero de 2016
Mi Guardián
Hace eones un ser sin igual llegó a la Tierra. Su corazón era puro y el brillo de sus ojos hacían que el mundo perdiera la cabeza. Su belleza era tal que todos volvían la cabeza a su paso, y el mundo entero se disputaba aunque solo fueran unas horas de su presencia. Príncipes, nobles mendigos y soldados. Todos ellos se disputaban el honor de quedárselo para sí como si de un trofeo se tratara.
Este ser tan lleno de luz se horrorizaba de esta realidad en la que había aterrizado, y asustado procuraba esconderse entre la multitud intentado pasar desapercibido, pero el brillo de su corazón era tal que era imposible mantenerlo oculto. Por muy lejos que escapara su efecto en la gente era inevitable, desatando la locura allá donde pasara. Ante tanto caos este ángel sin alas se propuso un objetivo: Tenía que encontrar a su guardián. Un guardián al que poderle entregar su corazón sin reservas y que él lo protegiera de este mundo frío y loco al que se enfrentaba.
Afortunadamente mientras perseguía su objetivo iba protegido por su buena estrell, y pasaron varios años sin que nadie pudiera hacerle daño, huyendo de las multitudes y escondiéndose en pequeños poblados. Aun así siempre acababa llamando la atención y debía huir allá donde estuviera. Su agotamiento empezaba a ser notable: Noches sin dormir por miedo de que alguien pudiera hacerle daño durante la noche, durmiendo en la intemperie mientras el frío se colaba entre sus huesos con el fin de alejarse de los seres humanos, y cautivo de la decepción ante cada encuentro que tenía con las personas que poblaban este mundo.
El tiempo seguía pasando y su corazón se marchitaba infectado por la realidad de este mundo lujurioso y falto de valores. Con su alma dañada y su brillo opacado por la cruda realidad, este ser empezó a enfermar. Solo en medio de la naturaliza salvaje suspiraba por ese guardián que le protegiera y con quien sentirse seguro para siempre.... y empezaba a pensar que no existía tal ser legendario. El desánimo se hacía más palpable en sus entrañas y su corazón empezó a endurecerse pensando que el único que podía protegerse de los demás era él mismo.
El calor de su interior se desvanecía al tiempo que la esperanza se esfumaba de su interior. Completamente hastiado de un mundo donde lo único que hacía era correr y escapar para evitar las heridas que su cuerpo no terminaba de curar, su corazón no fue lo único que se endureció. Paulatinamente se sentía más pesado. El aire se hacía irrespirable y su cuerpo dejó de responder. Su cuerpo se convertía en piedra.
Desgraciadamente lo inevitable pasó. Esta maravilla de la Creación se convirtió en una estatua perenne a la orilla de un lago olvidado. La maleza invadió su cuerpo y su leyenda quedó relegada al olvido. Dicen los pocos relatos que circulan acerca de él que una parte de su alma todavía permanece encendida luchando por no morir definitivamente. Esta última esperanza sigue siendo su protector. Ese caballero de blanca armadura que deposite su escudo bajo su estatua y le jure la fidelidad que tantos años había anhelado. "Algún día".
viernes, 26 de febrero de 2016
En un lugar de Francia...
Escribo estas líneas sabiendo que no llegarán a su dueño, puesto que su contenido desvelan sentimientos que de momento no merecen ser compartidos. Al menos hasta saber si podemos llamarlo "Amor" en lugar de "Capricho".
Hace casi una década dos personas se conocieron en un pueblo perdido en una ciudad de Francia. Ambos perdidos buscando su propia identidad, sus caminos se encontraron fraguando una poderosa amistad. Cómplices de series y de noches de fiesta, ambos disfrutaban de su compañía olvidando que tenían un pasado detrás. A pesar de que aquel lapsus de tiempo acabó y ambos tuvieron que volver a la realidad, ambos de forma distinta afrontaron una misma realidad.
Su amistad perduró en el tiempo, y los secretos que ambos guardaban en el armario los acabaron uniendo y separando más. Uno buscaba la vida estable mientras que otro disfrutaba de su libertad, aunque aquel que buscaba la estabilidad acabó en el libertinaje mientras que el que quería disfrutar sin límites acabó atándose una y otra vez a la persona equivocada.
Durante todos estos años y una vez las cartas sobre la mesa, uno de ellos se daba cuenta de lo afines que eran, y que realmente sería complicado encontrar a alguien con quien redondear su historia más que con él. El otro siempre fue ajeno a estos sentimientos.
El tiempo pasó y la amistad perduró. Visitas fugaces durante años fueron suficientes para mantener esa complicidad, y aquellos que se emborrachaban con partidas de ¨beer pong" han conseguido sus éxitos profesionales, han construido la vida que querían... Pero aquel que se encaprichó del otro siempre se quedará con la duda de "Qué hubiera pasado si..."
Quizás capricho, quizás amor. El tiempo pasará y mi mayor deseo no es que al final acaben viviendo una dulce y tierna historia de amor, sino que mantengan la misma complicidad que hace 10 años, y que pase lo que pase y lo que la vida les depare siempre tengan un hueco para estar unidos a su manera, y que nunca se rompa el lazo que los unió hace años en aquel pueblo perdido de la Franche-Compté.
Hace casi una década dos personas se conocieron en un pueblo perdido en una ciudad de Francia. Ambos perdidos buscando su propia identidad, sus caminos se encontraron fraguando una poderosa amistad. Cómplices de series y de noches de fiesta, ambos disfrutaban de su compañía olvidando que tenían un pasado detrás. A pesar de que aquel lapsus de tiempo acabó y ambos tuvieron que volver a la realidad, ambos de forma distinta afrontaron una misma realidad.
Su amistad perduró en el tiempo, y los secretos que ambos guardaban en el armario los acabaron uniendo y separando más. Uno buscaba la vida estable mientras que otro disfrutaba de su libertad, aunque aquel que buscaba la estabilidad acabó en el libertinaje mientras que el que quería disfrutar sin límites acabó atándose una y otra vez a la persona equivocada.
Durante todos estos años y una vez las cartas sobre la mesa, uno de ellos se daba cuenta de lo afines que eran, y que realmente sería complicado encontrar a alguien con quien redondear su historia más que con él. El otro siempre fue ajeno a estos sentimientos.
El tiempo pasó y la amistad perduró. Visitas fugaces durante años fueron suficientes para mantener esa complicidad, y aquellos que se emborrachaban con partidas de ¨beer pong" han conseguido sus éxitos profesionales, han construido la vida que querían... Pero aquel que se encaprichó del otro siempre se quedará con la duda de "Qué hubiera pasado si..."
Quizás capricho, quizás amor. El tiempo pasará y mi mayor deseo no es que al final acaben viviendo una dulce y tierna historia de amor, sino que mantengan la misma complicidad que hace 10 años, y que pase lo que pase y lo que la vida les depare siempre tengan un hueco para estar unidos a su manera, y que nunca se rompa el lazo que los unió hace años en aquel pueblo perdido de la Franche-Compté.
Casualidad o Causalidad
Dormidos en el letargo aguardan los recuerdos de un tiempo donde las emociones eran más fuertes, más intensas. Con el tiempo esos recuerdos quedan aletargados en el fondo de la memoria, ocultos por la coraza que uno va construyendo día a día para poder sobrevivir.
Súbitamente el pasado vuelve a ti para recordarte que una vez sentías y que las cosas no eran tan racionales o pragmáticas pomo quieres hacerlas creer. Es entonces cuando replanteas tu vida y vuelves a hacerte las mismas preguntas que hace años te hacías, cuando pensabas que gracias a la madurez de los tiempos presentes y todo lo que has vivido no volverías a plantearte: "¿Hay futuro después de dos corazones rotos? ¿Hay esperanza para esa historia que nunca volvió a pasar?".
Definitivamente este año está siendo un año de sentir y pensar al mismo tiempo. Me doy cuenta que dentro de todo este sentir hay mucho llamémosle "capricho" detrás por crear las historias perfectas o redondas donde todo tiene un cierre o un final feliz, una esperanza porque esas personas que ya estaban presentes en el pasado de una forma especial formen parte del presente y definitivamente del futuro.
Creemos en el destino, en que las cosas no pasan por coincidencia.. y a veces tenemos que darnos cuenta de que efectivamente la vida es curiosa y nos hace tropezarnos dos veces con la misma piedra (y a veces tres), pero que no hay astros alineados detrás y que las cosas ocurren simplemente porque tienen que pasar, sin haber más explicación que los hechos que están pasando.
En cualquier caso el ser humano, en su bendita ignorancia, intenta pensar en "cerrar círculos perfectos" o en "hilar una historia perfecta tras años de construción". La vida no es una historia de amor como en las películas. Las cosas pasan sin más explicación y nos tenemos que aferrar a un presente, siendo conscientes de nuestro pasado para construir el futuro que buscamos para nosotros.
Todo lo demás, estás de más.
martes, 23 de febrero de 2016
Leyendas: La historia de Mimethos
Vivimos en un mundo de sueños. El aire que respiramos es la gasolina de estos deseos que millones de personas ansían por cumplir. Cada día y a cada instante, el oxígeno que recorre nuestros pulmones combustiona para ser el impulso que nos empuja a luchar por nuestros anhelos: Esa reunión que me valdrá el ascenso, ese sprint para ver a mi ese nuevo chico que "podría ser el definitivo" o la fuerza para levantar cinco kilos más en el press de banca. Todo para ser mejor, para no estar solo, sentirme realizado, verme más fuerte, más guapo... Millones de sueños de todo tipo entremezclados en el aire, pugnando por dejar de ser mero humo para cristalizarse en una realidad.
En un mundo repleto de sueños y soñadores también hay sitio para hay criaturas extrañas que no son capaces de soñar. Seres misteriosos que se ocultan entre la gente, al tiempo que intentan simplemente vivir y disfrutar del mundo, tal y como lo hacen el resto de los mortales.
En un mundo repleto de sueños y soñadores también hay sitio para hay criaturas extrañas que no son capaces de soñar. Seres misteriosos que se ocultan entre la gente, al tiempo que intentan simplemente vivir y disfrutar del mundo, tal y como lo hacen el resto de los mortales.
Tal es el caso de Mimethos.
Mimethos es fruto de la unión de un rayo de luna y de las profundidades de un espejo. Su nacimiento es un misterio, pero se dice que las memorias acumuladas de este objeto, iluminadas por la tenue luz de la luna salieron del reverso del espejo en busca de vivir aquello que tantos años habían sido testigos como marionetas de las personas del mundo real.
A pesar de ser fruto del deseo del espejo, los ojos grises Mimethos no podían ver más allá de lo que tenía enfrente. El aire que insuflaba los corazones de la gente permanecía estanco en él, sin capacidad de tejer en su interior ni el más mínimo anhelo. El homúnculo, que a pesar de su incapacidad de soñar era bastante inteligente, pronto acertó a darse cuenta de su carencia y fue capaz de encontrar una solución: Puesto que había nacido de las entrañas de un espejo era capaz de reflejar para sí los sueños ajenos y se los autoimponía como propios. Pronto empezó a ambicionar aquello que la personas de su alrededor ambicionaban. Tener una pareja, éxito profesional, más amigos, un mejor coche...
Tal era la capacidad de proyectar los sueños de los demás para sí que nadie podía decir que no era uno de nosotros. Metido en la espiral de la sociedad empezó a construir su lugar en el mundo basado en los impulsos ajenos, olvidando casi que aquellos deseos no le pertenecían. Pasaban los años y los éxitos de Mimethos se contaban por decenas, convirtiéndose en la envidia de aquellos que le rodeaban.
El tiempo como siempre se convirtió en el verdugo de sus miserias. Y es que por mucho que el homúnculo intentara saborear los frutos de sus logros, todos ellos le parecían insípidos y carentes de significado. Bebía sin tener sed, follaba sin sentir el más mínimo deseo, y aun así tenía hambre de algo que no sabía qué era. Aunque se afanaba por estudiar con detenimiento el interior de los que consideraba sus iguales no encontraba nada que pareciera siquiera interesarle.
Media vida pasó buscando y otra media lamentándose de la soledad que sentía. Aquellos ojos que reflejaban las ilusiones de demás comenzaron a oscurecerse, y el aire que era un mero testigo de sus hazañas y proezas comenzaba a pudrirse en sus pulmones. Mimethos empezó a odiar a la humanidad soñadora que le rodeaba y decidió alejarse de ellos. Solo y amargado se miraba día tras día al espejo, en un intento desesperado de copiar los sueños de su reflejo.
Su bella sonrisa se torcía en una mueca horrible, mientras que sus ojos se entrecerraban cansados de ver victorias vacías, hartos de ver la ironía que suponía que su mayor sueño era poder soñar como los demás. Mimethos aprendió de la forma más dura que el secreto de la felicidad se hallaba en perseguir sus propios sueños, disfrutando del camino y aprendiendo de las victorias y las derrotas, pero de nada servía si esas ambiciones no tenían nada que ver con uno.
Cansado de vivir una vida que no le pertenecía tomó una determinación. Quizás la única que nació legítimamente de sus frías entrañas. Una noche de luna nueva en la que no había estrella que brillara en el cielo decidió acabar por fin con su vacía existencia. Se sumergió lentamente en el mar mientras pronunciaba un mantra "No debes tener ningún sueño, los sueños nunca se hacen realidad". Su voz se perdía en el aire que flotaba como una letanía. A cada paso Mimethos desaparecía bajo las aguas sin dejar de repetir su oración "no debes tener ningún sueño, los sueños nunca se hacen realidad"...
Nadie volvió a ver a Mimethos, pero cuenta la leyenda que días más tarde una joven rescató de la playa un pequeño espejo de mano. En el reverso se podía leer una palabra "MIMETHOS"
Mimethos es fruto de la unión de un rayo de luna y de las profundidades de un espejo. Su nacimiento es un misterio, pero se dice que las memorias acumuladas de este objeto, iluminadas por la tenue luz de la luna salieron del reverso del espejo en busca de vivir aquello que tantos años habían sido testigos como marionetas de las personas del mundo real.
A pesar de ser fruto del deseo del espejo, los ojos grises Mimethos no podían ver más allá de lo que tenía enfrente. El aire que insuflaba los corazones de la gente permanecía estanco en él, sin capacidad de tejer en su interior ni el más mínimo anhelo. El homúnculo, que a pesar de su incapacidad de soñar era bastante inteligente, pronto acertó a darse cuenta de su carencia y fue capaz de encontrar una solución: Puesto que había nacido de las entrañas de un espejo era capaz de reflejar para sí los sueños ajenos y se los autoimponía como propios. Pronto empezó a ambicionar aquello que la personas de su alrededor ambicionaban. Tener una pareja, éxito profesional, más amigos, un mejor coche...
Tal era la capacidad de proyectar los sueños de los demás para sí que nadie podía decir que no era uno de nosotros. Metido en la espiral de la sociedad empezó a construir su lugar en el mundo basado en los impulsos ajenos, olvidando casi que aquellos deseos no le pertenecían. Pasaban los años y los éxitos de Mimethos se contaban por decenas, convirtiéndose en la envidia de aquellos que le rodeaban.
El tiempo como siempre se convirtió en el verdugo de sus miserias. Y es que por mucho que el homúnculo intentara saborear los frutos de sus logros, todos ellos le parecían insípidos y carentes de significado. Bebía sin tener sed, follaba sin sentir el más mínimo deseo, y aun así tenía hambre de algo que no sabía qué era. Aunque se afanaba por estudiar con detenimiento el interior de los que consideraba sus iguales no encontraba nada que pareciera siquiera interesarle.
Media vida pasó buscando y otra media lamentándose de la soledad que sentía. Aquellos ojos que reflejaban las ilusiones de demás comenzaron a oscurecerse, y el aire que era un mero testigo de sus hazañas y proezas comenzaba a pudrirse en sus pulmones. Mimethos empezó a odiar a la humanidad soñadora que le rodeaba y decidió alejarse de ellos. Solo y amargado se miraba día tras día al espejo, en un intento desesperado de copiar los sueños de su reflejo.
Su bella sonrisa se torcía en una mueca horrible, mientras que sus ojos se entrecerraban cansados de ver victorias vacías, hartos de ver la ironía que suponía que su mayor sueño era poder soñar como los demás. Mimethos aprendió de la forma más dura que el secreto de la felicidad se hallaba en perseguir sus propios sueños, disfrutando del camino y aprendiendo de las victorias y las derrotas, pero de nada servía si esas ambiciones no tenían nada que ver con uno.
Cansado de vivir una vida que no le pertenecía tomó una determinación. Quizás la única que nació legítimamente de sus frías entrañas. Una noche de luna nueva en la que no había estrella que brillara en el cielo decidió acabar por fin con su vacía existencia. Se sumergió lentamente en el mar mientras pronunciaba un mantra "No debes tener ningún sueño, los sueños nunca se hacen realidad". Su voz se perdía en el aire que flotaba como una letanía. A cada paso Mimethos desaparecía bajo las aguas sin dejar de repetir su oración "no debes tener ningún sueño, los sueños nunca se hacen realidad"...
Nadie volvió a ver a Mimethos, pero cuenta la leyenda que días más tarde una joven rescató de la playa un pequeño espejo de mano. En el reverso se podía leer una palabra "MIMETHOS"
lunes, 22 de febrero de 2016
Miles de vidas un minuto
7.40
Giraba el reloj anunciando la hora de despertar. Mientras me abrazaba a la almohada deseando tener cinco minutos más hacía rato que el mundo ya se estaba moviendo. Aunque vivimos ignorantes de lo que pasa más allá de nuestras vidas los engranajes del tiempo no cesan ni un instante para nadie, y mientras peleaba con mi cama por empezar mi día, millones de vidas se movían a su son.
7.46
El segundero caminaba persistentemente mientras yo seguía todavía en la cama. Mi mente volaba atrás en el tiempo rememorando a ese chico que conocí hace un par de días que tras una cita divertida y algo loca, apenas había tenido noticias suyas. Aunque me autoengañaba diciéndome en que no me importaba, una parte de mí estaba bastante indignada. Mientras tanto, a un tiro de metro de distancia, el susodicho roncaba feliz, soñando ajeno a que alguien pudiera pensar en él tan temprano de buena mañana.
8.02
La música que sonaba desde mi móvil se entremezclaba con el sonido del agua que golpeaba mi cuerpo. Era mi momento de disfrute dentro del suplicio que suponen las mañanas. El jabón y el agua caliente ablandaban mi cuerpo deseando quedarme un par de minutos más... A algunos kilómetros y con algo más de ropa sobre su cuerpo, Andrea también deseaba que el tiempo le diera un par de minutos más. Su mano temblaba presa de la congoja y del frío de la mañana, cogida fuertemente a la de Francesco que, después de pasar el fin de semana con ella, volvía rumbo a Italia hasta su próximo encuentro allá en dos semanas.
8.14
Vestido y aseado, me preparaba mi desayuno con cuidado de no mancharme. Inevitablemente el suceso de todas las mañanas se repite y es el mantel la víctima de la leche mal vertida. Mientras hago la doble tarea de comer mis cereales y ver las noticias, comento mentalmente conmigo mismo lo mal que está el país, y en las desvergüenzas que sufrimos. Ajeno a mis reproches Esteban, también en modo multitasking, se afanaba en abrocharse el abrigo y coger el casco, mientras se acercaba a Mireia para darle un beso fugaz y le decía con la respiración entrecortada: "Cariño, voy tirando que hoy tengo que ir pronto a trabajar. Te quiero".
8.28
Esperaba al bus con mirada desesperada, haciendo cálculos de lo que tardaría en llegar y pensando en que, para variar, llegaría tarde a trabajar. Alternaba suspiros de resignación con resoplidos de hastío mientras observaba con envidia las motos que me dejaban atrás en la marquesina del bus. Súbitamente algo cambió en el aire y mi cuerpo sacó a mi mente de sus maquinaciones. Mi instinto me alertaba de que algo iba a pasar. Solo tengo flashes de lo que pasó: Un camión que se saltaba un ceda al paso. Ruidos de frenos. Gritos... un motorista en un amasijo de hierros, sangre en el suelo.
9.05
Ante humeantes brebajes de café, mis compañeros terminaban de escuchar con atención mi historia, mezclados entre exclamaciones y rostros de sorpresa. Mientras se creaban debates sobre la peligrosidad de las motos yo respiraba aliviado por tener una coartada por llegar tarde una vez más. En el fondo, escondida entre la multitud, un par de lágrimas se escapaban de los ojos de Andrea. Unas gotas llenas de sentimientos que ni ella misma podía decir si eran por la tragedia de ese pobre desconocido o de la ya punzante nostalgia que tenía por despedirse de su amado. Cuando la multitud comenzaba a dispersarse el timbre de un teléfono empezó a sonar. Fue la voz de Isabel la que contestó, y tras colgar un silencio precedió a unas pesadas palabras que nos cambiarían a todos: "Era Mireia... el motorista era Esteban...".
Giraba el reloj anunciando la hora de despertar. Mientras me abrazaba a la almohada deseando tener cinco minutos más hacía rato que el mundo ya se estaba moviendo. Aunque vivimos ignorantes de lo que pasa más allá de nuestras vidas los engranajes del tiempo no cesan ni un instante para nadie, y mientras peleaba con mi cama por empezar mi día, millones de vidas se movían a su son.
7.46
El segundero caminaba persistentemente mientras yo seguía todavía en la cama. Mi mente volaba atrás en el tiempo rememorando a ese chico que conocí hace un par de días que tras una cita divertida y algo loca, apenas había tenido noticias suyas. Aunque me autoengañaba diciéndome en que no me importaba, una parte de mí estaba bastante indignada. Mientras tanto, a un tiro de metro de distancia, el susodicho roncaba feliz, soñando ajeno a que alguien pudiera pensar en él tan temprano de buena mañana.
8.02
La música que sonaba desde mi móvil se entremezclaba con el sonido del agua que golpeaba mi cuerpo. Era mi momento de disfrute dentro del suplicio que suponen las mañanas. El jabón y el agua caliente ablandaban mi cuerpo deseando quedarme un par de minutos más... A algunos kilómetros y con algo más de ropa sobre su cuerpo, Andrea también deseaba que el tiempo le diera un par de minutos más. Su mano temblaba presa de la congoja y del frío de la mañana, cogida fuertemente a la de Francesco que, después de pasar el fin de semana con ella, volvía rumbo a Italia hasta su próximo encuentro allá en dos semanas.
8.14
Vestido y aseado, me preparaba mi desayuno con cuidado de no mancharme. Inevitablemente el suceso de todas las mañanas se repite y es el mantel la víctima de la leche mal vertida. Mientras hago la doble tarea de comer mis cereales y ver las noticias, comento mentalmente conmigo mismo lo mal que está el país, y en las desvergüenzas que sufrimos. Ajeno a mis reproches Esteban, también en modo multitasking, se afanaba en abrocharse el abrigo y coger el casco, mientras se acercaba a Mireia para darle un beso fugaz y le decía con la respiración entrecortada: "Cariño, voy tirando que hoy tengo que ir pronto a trabajar. Te quiero".
8.28
Esperaba al bus con mirada desesperada, haciendo cálculos de lo que tardaría en llegar y pensando en que, para variar, llegaría tarde a trabajar. Alternaba suspiros de resignación con resoplidos de hastío mientras observaba con envidia las motos que me dejaban atrás en la marquesina del bus. Súbitamente algo cambió en el aire y mi cuerpo sacó a mi mente de sus maquinaciones. Mi instinto me alertaba de que algo iba a pasar. Solo tengo flashes de lo que pasó: Un camión que se saltaba un ceda al paso. Ruidos de frenos. Gritos... un motorista en un amasijo de hierros, sangre en el suelo.
9.05
Ante humeantes brebajes de café, mis compañeros terminaban de escuchar con atención mi historia, mezclados entre exclamaciones y rostros de sorpresa. Mientras se creaban debates sobre la peligrosidad de las motos yo respiraba aliviado por tener una coartada por llegar tarde una vez más. En el fondo, escondida entre la multitud, un par de lágrimas se escapaban de los ojos de Andrea. Unas gotas llenas de sentimientos que ni ella misma podía decir si eran por la tragedia de ese pobre desconocido o de la ya punzante nostalgia que tenía por despedirse de su amado. Cuando la multitud comenzaba a dispersarse el timbre de un teléfono empezó a sonar. Fue la voz de Isabel la que contestó, y tras colgar un silencio precedió a unas pesadas palabras que nos cambiarían a todos: "Era Mireia... el motorista era Esteban...".
domingo, 3 de enero de 2016
A prueba de seísmos
Nos pasamos la vida construyendo nuestra parcela en este mundo. Con los materiales que tenemos disponibles vamos trabajando un lugar donde refugiar nuestras almas, construyendo una vida a nuestro alrededor. De forma tímida y torpe al principio y tomando como cimientos los que nos enseñan nuestros padres. Luego apuntalamos esta vivienda con los modelos que nos parecen dignos de inspiración a la vez que rellenamos los huecos de nuestros errores con hormigón para seguir creciendo y, gracias a los años y la experiencia, aprendemos a darle forma con pericia para crear ese lugar que siempre habíamos soñado, luchando por crear una torre cada vez más alta que nos permita alcanzar las estrellas que antaño nos parecían tan lejanas.
Me río cuando pienso en mi juventud, en cómo iba construyendo un torreón que pensaba llegar a lo más alto. En aquel momento no veía los grandes agujeros que tenía mi plan, ni en la poca pericia que tenía a la hora de tallar la madera o apuntalar los cimientos. Mis pequeños logros me parecían grandes avances y pensaba que iba por el buen camino: Aquel para el que me habían enseñado a andar. Pero el camino que te muestran tus mayores y aquel que uno tiene predestinado andar no tienen porqué ser el mismo.. y eso ya lo aprendería yo con los años.
Hace 8 años un terremoto convirtió mi hogar en el epicentro de su espectáculo y la tierra que había bajo mis pies se estremeció hasta remover los secretos que habían ocultos en mi corazón. Un seísmo que me cambió la vida y marcó para siempre mi existencia. Aunque muchas piedras quedaron en pie, pues aunque endeble y algo infantil, mi casa tenía unos cimientos muy fuertes, una parte de la construcción quedó completamente inutilizada, y tocaba tapar los huecos y continuar luchando por alcanzar las estrellas.
Durante los últimos años me he afanado por dar lo mejor de mí. La experiencia y un espíritu renovado con sus sueños claros hicieron que poco a poco mi torre cogiera forma hasta llegar allá donde quería que estuviera. Había sido un camino complicado, pero mi estrella siempre brilló para mí iluminándome el camino. No era la torre más alta y quizás no era la más hermosa, pero era aquella que había construido yo en base a mi trabajo y esfuerzo, basado en mi genuino deseo de hacerlo de la forma que solo yo quería.
Hace escasos días, cansado de la agotadora tarea que había sido llegar hasta aquí, me secaba la frente y miraba con orgullo la obra que había creado, capaz de tocar muchas de las estrellas que hace casi una década solo podía ver desde el suelo. Pero es curiosamente cuando crees que todo es perfecto cuando algo hace darte cuenta de que no lo es.
Un ruido muy familiar retumbaba en mis oídos y mis pies comenzaban a temblar tal y como lo hicieron hace 8 años. Después de años de lucha por construir y llegar allá donde siempre soñé, volvía aquel fenómeno de la naturaleza que una vez destruyó y cambió mi vida. Una sensación extraña se adueñaba de mí, mientras las antiguas grietas se abrían en las paredes para gritar que el pasado siempre acaba volviendo, y que uno no puede escapar de su propio destino.
Pero aunque tengo algo de miedo sé que aunque el suelo tiemble aguantaré sin caer. Si el viento se cuela por mis heridas aprenderé a soportar el dolor. Porque ahora mis pies están anclados al suelo y mi mirada puesta en las estrellas, mis convicciones son firmes y mi piel de hormigón. Finalmente el tiempo curtió a ese joven inocente en su pequeña burbuja de cristal y lo convirtió en un hombre con ganas de amar, pero que no perderá la esencia del ser que es ahora.
Me río cuando pienso en mi juventud, en cómo iba construyendo un torreón que pensaba llegar a lo más alto. En aquel momento no veía los grandes agujeros que tenía mi plan, ni en la poca pericia que tenía a la hora de tallar la madera o apuntalar los cimientos. Mis pequeños logros me parecían grandes avances y pensaba que iba por el buen camino: Aquel para el que me habían enseñado a andar. Pero el camino que te muestran tus mayores y aquel que uno tiene predestinado andar no tienen porqué ser el mismo.. y eso ya lo aprendería yo con los años.
Hace 8 años un terremoto convirtió mi hogar en el epicentro de su espectáculo y la tierra que había bajo mis pies se estremeció hasta remover los secretos que habían ocultos en mi corazón. Un seísmo que me cambió la vida y marcó para siempre mi existencia. Aunque muchas piedras quedaron en pie, pues aunque endeble y algo infantil, mi casa tenía unos cimientos muy fuertes, una parte de la construcción quedó completamente inutilizada, y tocaba tapar los huecos y continuar luchando por alcanzar las estrellas.
Durante los últimos años me he afanado por dar lo mejor de mí. La experiencia y un espíritu renovado con sus sueños claros hicieron que poco a poco mi torre cogiera forma hasta llegar allá donde quería que estuviera. Había sido un camino complicado, pero mi estrella siempre brilló para mí iluminándome el camino. No era la torre más alta y quizás no era la más hermosa, pero era aquella que había construido yo en base a mi trabajo y esfuerzo, basado en mi genuino deseo de hacerlo de la forma que solo yo quería.
Hace escasos días, cansado de la agotadora tarea que había sido llegar hasta aquí, me secaba la frente y miraba con orgullo la obra que había creado, capaz de tocar muchas de las estrellas que hace casi una década solo podía ver desde el suelo. Pero es curiosamente cuando crees que todo es perfecto cuando algo hace darte cuenta de que no lo es.
Un ruido muy familiar retumbaba en mis oídos y mis pies comenzaban a temblar tal y como lo hicieron hace 8 años. Después de años de lucha por construir y llegar allá donde siempre soñé, volvía aquel fenómeno de la naturaleza que una vez destruyó y cambió mi vida. Una sensación extraña se adueñaba de mí, mientras las antiguas grietas se abrían en las paredes para gritar que el pasado siempre acaba volviendo, y que uno no puede escapar de su propio destino.
Pero aunque tengo algo de miedo sé que aunque el suelo tiemble aguantaré sin caer. Si el viento se cuela por mis heridas aprenderé a soportar el dolor. Porque ahora mis pies están anclados al suelo y mi mirada puesta en las estrellas, mis convicciones son firmes y mi piel de hormigón. Finalmente el tiempo curtió a ese joven inocente en su pequeña burbuja de cristal y lo convirtió en un hombre con ganas de amar, pero que no perderá la esencia del ser que es ahora.
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